Springe direkt zu Inhalt
Banner Mujeres y Género

Elizabeth Jelin

Diese Website ist nur auf Spanish verfügbar/ This website is only available in Spanish/ Este website só está disponível em espanhol

Sus temas de investigación son los derechos humanos, las memorias de la represión política, la ciudadanía, los movimientos sociales y la familia. En 2013 recibió el Premio Houssay a la Trayectoria en investigación en ciencias sociales, otorgado por el gobierno argentino. Es Investigadora Superior jubilada del CONICET con sede en el CIS-IDES (Instituto de Desarrollo Económico y Social) de Buenos Aires y fue docente del Programa de Posgrado en Ciencias Sociales UNGS-IDES. Ha sido fellow del Wissenschaftskolleg zu Berlin y miembro del Directorio Académico de dicha institución.

Esta breve biografía se compone de la reorganización en forma cronológica de una serie de fragmentos tomados de la entrevista, que hacen mención a algunos acontecimientos de la vida de esta autora. Para Jelin, las vidas personal, política y académica van juntas.

Durante los años 1964-1973, Jelin vive fuera de la Argentina. Por esos años, vive, estudia y trabaja en Estados Unidos, México y Brasil. En este período, realiza estudios de sociología en Estados Unidos y obtiene su doctorado en la Universidad de Texas en Austin, sobre carreras ocupacionales, industrialización y migración rural-urbana en Monterrey, México. Ahí también enseña sociología Nueva York.

A finales de los años 1960, se encuentra en Nueva York, en el momento en que tienen lugar las manifestaciones contra la Guerra de Vietnam y el movimiento feminista. Es un momento de mucho fermento intelectual y político, que influye lo personal y lo académico.

Durante su estadía en el Brasil, a principios de los años 1970, se da la primera incorporación de la perspectiva de género en sus trabajos. En esta época, realiza investigaciones sobre el trabajo de las mujeres en Salvador, Bahía. Ahí también comienza a interesarse por temas de organización obrera y sindicalismo. Desde entonces, sigue la línea de investigación sobre movimientos y acción colectiva por un lado, y condiciones de vida cotidiana y trabajo (incluyendo la dinámica de la familia) por el otro.

Regresa a Argentina en 1973, y con breves interrupciones, permanece en el país durante la dictadura militar desde el año 1976 hasta 1983. Un año antes del golpe militar, en el año 1975, Jelin logra conformar junto con un grupo de académicos e intelectuales, un centro de investigaciones privado, sin fines de lucro, el CEDES. Este centro les permitió mantener un espacio de investigación y debate crítico durante la dictadura.

Después de la transición post-dictatorial, Jelin se integra a la Carrera de Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, que le permite desde entonces dedicarse principalmente a la investigación social y a la formación de  jóvenes investigadores e investigadoras, tareas que son las más significativas para ella.

Jelin ha formado parte de un gran número de instituciones y ha estado a cargo de una multiplicidad de proyectos de investigación tanto en la Argentina como fuera de este país. La sece central de su trabajo ha sido, desde mediados de los años noventa, el Instituto de Desarollo Económico y Social (IDES). Desde esta institución desarrolló, junto a colegas de la Universidad Nacional del General Sarmiento (UNGS), un Programa de Posgrado en Ciencias Sociales, que otorga títulos de maestría y doctorado. Es docente en ese Programa y tiene a su cargo la el acompañamiento del desarrollo de las investigaciones de tesis, además de dirigir varias tesis.

Ha sido miembro del directorio del Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarollo Social (UNRISD), miembro de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de Naciones Unidas (UNESCO) y actualmente (a partir de 2008) es miembro del Directorio Académico del Wissenschaftskolleg zu Berlin. Es profesora honoraria de la Universidad Nacional de Villa María (2017) y recibió un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Paris Ouest Nanterre La Défense (Francia - 2014).

A partir de la década del noventa, los temas de investigación, publicaciones y docencia han sido la ciudadanía y los derechos humanos, las memorias de la represión política en el Cono Sur, las transformaciones de las familias y los movimientos sociales. Entre sus libros más recientes cabe mencionar Los trabajos de la memoria (2002) Pan y afectos: la transformación de las familias (nueva edición revisada y aumentada, 2010), Fotografía e identidad: captura por la cámara, devolución por la memoria (con Ludmila Da Silva Catela y Mariana Giordano, 2010), Por los derechos. Mujeres y hombres en la acción colectiva (con Sergio Caggiano y Laura Mombello, 2011) y El cudado infantil y el género del bienestar.

Entre las familias, el estado y el mercado (con Valeria Esquivel y Eleonor Faur, 2011).

Conceptos trabajados por Elizabeth Jelin durante su carrera académica

El concepto de "aislamiento social" planteado por Jelin en la entrevista, se relaciona directamente con las políticas de exclusión de las sociedades patriarcales, que conducen a los individuos subordinados, entre ellos las mujeres, a un apartamiento social y a no poder reclamar sus derechos, ni denunciar las injusticias. El aislamiento es importante, dice Jelin, porque a través de él se pueden comprender los mecanismos de naturalización del sometimiento.

Desde que el pensamiento feminista cuestionó las fronteras entre lo privado y lo público se produjo una transformación de lo político como un campo de accionar propio de todos los ámbitos sociales. Se criticó el asignarle a la mujer de forma esencialista el rol reproductivo y el ámbito de lo doméstico como su ámbito propio. El contacto social o la participación contribuye a superar la separación entre lo público y lo privado, y esta superación es crucial para la construcción de la ciudadanía, porque la ciudadanía, dice la autora, implica sobre todo, adquirir la conciencia del derecho y la posibilidad de ejercerlo.

Salir de una domesticidad, entendida como un espacio aislado y dominado por la sociedad patriarcal, permite la visualización de otras maneras de convivir para las mujeres en sus roles reproductivos y familiares. Jelin menciona como ejemplo de aislamiento social el hecho de la violencia doméstica. Este tipo de violencia representa uno de los casos más difíciles de tratar dentro del debate de lo público y lo privado.

Al existir organizaciones y movimientos que condenan el abuso de violencia familiar en las comunidades, las personas que han sufrido por esta causa y que viven un aislamiento, se sentirán con un respaldo mayor de poder establecer una denuncia. Si esto no sucede, es decir, si no existe el respaldo social, las denuncias no llegan a realizarse. En este momento de silencio, de aislamiento social, se estaría impidiendo la constitución del sujeto político.

La memoria debe entenderse, como dice Jelin con respecto al archivo, no como un espacio muerto, sino como un espacio vivo de disputas políticas y sociales. (en: Jelin, Introducción. Gestión política, gestión administrativa y gestión histórica: ocultamientos y descubrimientos de los archivos de la represión, en: Los Archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, 2002, p. 12).

En el año 2002, Elizabeth Jelin y Ludmila da Silva Catela publican una serie de artículos bajo el nombre: Los Archivos de la represión: documentos, memoria y verdad. En esta publicación, las investigadoras muestran la importancia y complejidad del estudio de este tipo especial de archivos como aquel nuevo territorio que se ha ido conformando con todo tipo de documentos producidos, administrados, conservados o desaparecidos, por los regímenes dictatoriales pasados del Cono Sur.

Los archivos de la represión están constituidos con acervos de las instituciones represivas (DOPS en Río de Janeiro, Archivo del Terror en Paraguay), con documentos de la policía, con acervos de denuncias de casos (Comisión Rettig en Chile o CONADEP en la Argentina), o con acervos diversos que intentan recoger todo tipo de información. (en: Jelin, Introducción, p. 6). No obstante, una de las peculiaridades de los archivos de la represión es que no se encuentran listos y organizados a la mano, es decir, disponibles. Los acervos mencionados son los que se han podido ir constituyendo dentro de las múltiples dificultades que entran en juego precisamente para su constitución.

Para poder recuperar y comprender este tipo de memoria hay que entender bajo qué tipo de mecanismos funcionaron los regímenes dictatoriales. Jelin se refiere a los de la arbitrariedad y la clandestinidad, de los que no resultan, como lo menciona en la entrevista, documentos. Por esto, dentro de este accionar clandestino del régimen dictatorial, el tema del resguardo de los rastros y archivos debe ser visto desde múltiples perspectivas para poder entender sus lógicas: no es igual la lógica militar que la lógica de la policía. No obstante, existen documentos que no le permiten a las dictaduras accionar de forma absolutamente clandestina. La práctica de la organización burocrático-militar o la de las instituciones policiales y de inteligencia implica necesariamente el hecho de llevar registros, redactar informes, organizar prontuarios y archivos. (en: Jelin, Introducción, p. 3).

Precisamente, como parte de todo este enramado complejo, es parte de la lucha social el hecho de poder establecer una memoria de la represión, a través del hallazgo, encuentro o recuperación de aquellos documentos que fueron deliberadamente desaparecidos, camuflajeados o, que en el peor de los casos, no existieron; documentos que podrían comprobar la verdad de los mecanismos y los hechos de represión en las dictaduras del Cono Sur. En esta dirección, Ludmila da Silva Catela llama “territorios conquistados” a todo este proceso de visibilización y recuperación de la memoria de la represión en el que están implicados múltiples actores sociales que Jelin llama: "emprendedores de la memoria" (en: Jelin, Introducción, p. 8). Entre ellos, se cuentan actores particulares directamente afectados, o integrantes tanto de los movimientos de derechos humanos como de otros movimientos que luchan en contra de la impunidad, o de nuevos movimientos llamados “movimientos de recuperación de la memoria”, que se han dado a la tarea de localizar aquí y allá todos aquellos documentos indispensables como “prueba de verdad y justicia” (en: Jelin, Introducción, p. 6.): primero, para la demostración de los actos de injusticia que fueron cometidos; segundo, para ayudar a crear un territorio de memoria colectiva.

En el terreno investigativo, la existencia temática de los archivos de la represión forman parte también, junto con el tema de los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión, de ese campo nuevo en las ciencias sociales que ha propuesto recientemente la autora. (en: Jelin, Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales. Cuadernos del Ides, Nr. 2, 2003, p. 3-27).

En la introducción de Los Archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, la autora propone que a partir del hallazgo de este nuevo territorio de la memoria que constituye el campo de los "archivos de la represión", podría iniciarse una tradición de estudios que tome estos archivos como escenarios de luchas por memorias individuales y públicas, como territorios conquistados, o como vehículos privilegiados de ingreso al análisis de las luchas por las memorias sociales y sus transformaciones históricas. (en: Jelin, Introducción, p. 12).

De este nuevo campo de estudio se podrían desprender múltiples análisis, en los que deberían entrar los procesos sociales y políticos que llevan a establecer archivos, los contenidos de estos archivos –¿qué se incluye, descarta, esconde, impide verse...?–, los actores involucrados, los sentidos que le dan a su lucha y emprendimiento. También habría que elaborar “estudios que muestren luchas y apropiaciones sociales y políticas posteriores a la instalación de un archivo, las resignificaciones de los sentidos del pasado y del propio archivo que puedan darse a medida que pasa el tiempo. (en: Jelin, Introducción, p. 12). Se debe al menos debatir, en resumen, el análisis de los criterios del contenido del archivo, la propiedad o el acceso.

De este último punto se desprende una de las discusiones actuales sobre los archivos. Pues en el hecho del archivo se tocan otras problemáticas tanto jurídicas como éticas y que tienen que ver con la delimitación de las fronteras entre lo público y lo privado, pues, por ejemplo, un documento considerado personal pudo haber sido robado por la policía. Es decir, el archivo contempla aspectos legislativos relacionados con el hecho de propiedad o patrimonio personal o aspectos éticos: ¿Debe ser publicado todo documento y bajo qué criterios? El debate, dice la autora en la entrevista, sobre la constitución de los archivos y su acceso, se centra en la pregunta de cómo mantener el respeto a la privacidad y a la confidencialidad de la persona y, al mismo tiempo, proporcionarle a la colectividad un archivo histórico.

Referencias

Elizabeth Jelin: Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales, en: Cuadernos del Ides, Nr. 2, 2003, p. 3-27.

Elizabeth Jelin (comp.): Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices”. Madrid, Siglo XXI, 2002.

Elizabeth Jelin: Los trabajos de la memoria. Madrid/Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.

Elizabeth Jelin: Introducción. Gestión política, gestión administrativa y gestión histórica: ocultamientos y descubrimientos de los archivos de la represión, en: Elizabeth Jelin/Ludmila da Silva Catela (comps.). Los archivos de la represión: documentos, memoria y verdad. Madrid, Siglo XXI, 2002. p. 1-12).

¿Qué es la ciudadanía? ¿Qué significa ser ciudadana o ciudadano? Según Jelin, existen tres ejes claves de debate sobre ciudadanía: En primer lugar, el debate ideológico que intenta definir la naturaleza de los “sujetos” que se van a considerar ciudadanos. Este eje se refleja en la visión liberal-individualista que revisa la relación entre sujeto individual y sujetos colectivos. En segundo lugar, el debate teórico que examina el contenido de los derechos del ciudadano. Aquí se pregunta por derechos “universales” y se trata de aclarar la relación entre derechos humanos, civiles, políticos, económico-sociales, colectivos y globales. En tercer lugar, el debate político determina las responsabilidades y compromisos inherentes a la relación ciudadanía-Estado, es decir, las obligaciones o deberes ligados a la ciudadanía. (en: Jelin, Igualdad y diferencia: dilemas de la ciudadanía de las mujeres en América Latina. Ágora. Cuadernos de estudios políticos, año 3, Nr. 7: Ciudadanía en el debate contemporáneo, 1997, p. 189).

Ser ciudadano o ciudadana significa para la autora dos cosas: una, poseer un sentimiento de pertenencia a una comunidad política; otra, obtener un reconocimiento de esa comunidad política a la que se pertenece. La pertenencia y el reconocimiento a una comunidad tiene deberes y tiene derechos. Las denuncias sobre las situaciones y políticas sociales desfavorables para las comunidades, las peticiones de nuevos derechos, el cuidado de los logros sociales que parecen los más justos, las exigencias del cumplimiento de los contratos sociales y la participación en la esfera pública son acciones, entre otras tantas, que adoptan los ciudadanos o ciudadanas en la vida cotidiana. No hay, dice Jelin en la entrevista, una única vía para convertirse en ciudadano. Adquirir una conciencia de ciudadanía se relaciona directamente con la politización del individuo. El propio proceso que implica salir a la esfera pública, de sentirse con derecho a estar en la esfera pública, forma parte del proceso de construcción de una dimensión de la ciudadanía.

La ciudadanía como el resto de los conceptos o categorías socio-políticas son parte de un devenir permanente de construcción y cambio. Jelin alerta contra el peligro de identificar la ciudadanía con un conjunto de prácticas concretas –sea votar en elecciones o gozar de la libertad de expresión, recibir beneficios sociales del estado o cualquier otra práctica específica–. (en: Jelin, Igualdad y diferencia, págs. 193 y 194). Todas estas prácticas ciudadanas forman parte de la noción de ciudadanía.

Ser ciudadano y ciudadana significa, más allá de las prácticas concretas, tener, por un lado, el derecho de reclamar y por lo tanto salir del plano subordinado. Por el otro, ejercer una “práctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las luchas acerca de quiénes podrían decir qué en el proceso de definir cuáles son los problemas sociales comunes y cómo serán abordados.” (Van Gunsteren, en: Jelin, Igualdad y diferencia, p. 194). Por ejemplo, en Buenos Aires, en la época de la dictadura militar (1976-1983), muchísimos jóvenes fueron torturados y desaparecidos. Las madres realizaron manifestaciones en la esfera pública exigiendo justicia social. Este hecho crucial de la entrada y presencia de las madres en la esfera pública no sólo transformó el panorama de actores sociales, sino que incluyó en el debate público la centralidad de los lazos familiares y de su importancia en la vida de las personas.

Los movimientos de derechos humanos se unieron a las Madres de la Plaza de Mayo y luego las Abuelas o los Hijos. El ejercicio de la ciudadanía se manifiesta en la posibilidad de diálogo que debe existir entre las distintas instancias de la sociedad. Las demandas tienen que ser recepcionadas por alguna instancia y posteriormente discutidas, lo que no implica que se resuelvan los conflictos por esta posibilidad de hablar y ser escuchado. La contra-cara de la ciudadanía, dice Jelin, es la exclusión, es cuando existen otros que no pertenecen a una determinada comunidad. Los fuertes procesos de corte neoliberal remarcan la lógica de la creciente exclusión. La ciudadanía plantea la posibilidad de la igualdad social, y por esto, dice Jelin, es que este concepto es un buen lugar para comenzar a analizar la posición de las mujeres en América Latina en el contexto de la democratización de los años 1990. (en: Jelin, Igualdad y diferencia, p. 193).

Las cuestiones de igualdad y diferencia constituyen aquí un eje fundamental en el análisis de las relaciones de género y de la ciudadanía. Las preguntas son: ¿Cómo interpretar las demandas de las mujeres dentro del marco de la lucha por la igualdad de derechos ciudadanos y por la vigencia de los derechos universales? Desde la perspectivas de las mujeres: ¿Cuál es la ley frente a la cual se demanda igualdad? ¿Cómo, entonces, pensar la diferencia? (en: Jelin, Igualdad y diferencia, p. 196). Existe, como vemos, una tensión inevitable entre el principio de igualdad y el derecho a la diferencia. (en: Jelin, Igualdad y diferencia, p. 201). El ejercicio de la ciudadanía queda muy ligado a la cuestión de lo público como posibilidad de ejercer el derecho de una forma no-mercantil.

El campo general de investigación de la autora guarda una relación permanente con las posibilidades de construcción de ciudadanía en relación con los principios básicos de igualdad y diferencia: ¿Cómo reconocer diferencias y al mismo tiempo aceptar que necesitamos un umbral básico de humanidad, un principio de igualdad?, dice Jelin en la entrevista. Pensar en el concepto de ciudadanía implica pensar entonces en nuevos sujetos individuales y colectivos con derechos: los emigrantes, las mujeres, las víctimas de derechos humanos, o de pensar, por ejemplo, formas de familia que no son aceptadas. 

Referencias

Elizabeth Jelin: Igualdad y diferencia: dilemas de la ciudadanía de las mujeres en América Latina, en: Ágora. Cuadernos de estudios políticos, año 3, Nr. 7: Ciudadanía en el debate contemporáneo, 1997, pp. 189-214.

Elizabeth Jelin: Citizenship or Exclusion? Social Movements and Non-Governmental Organizations in the 1990s, en: William C. Smith, Roberto Patricio Korzenniewicz (eds.), Politics, Social Change, and Economic Restructuring in Latin America. Universiy of  Miami, 1997, pp. 79-97.

Elizabeth Jelin: Introduction/Citizenship and Identity: Final Reflections, en: Elizabeth Jelin (ed.), Women and social change in Latin America. UNRISD, 1990, pp. 1-11/pp. 184-207.

Herman Van Gunsteren: Notes on a Theory of Citizenship, en: Pierre Birnbaum, Jack Lively y Geraint Parry (comps.), Democracy, Consensus and Social Contract. Londres, Sage, 1978.

Jelin aborda el feminismo, desde al menos tres perspectivas, como movimiento social, como pensamiento social y como movimiento activo en la transición a la democracia. Dentro de los movimientos sociales el feminismo constituye, para Jelin, una parte del movimiento de mujeres, pues no toda la participación de mujeres en movimientos puede ser vista como feminista. Para Jelin el movimiento feminista podría ser entendido como una especie de vanguardia del movimiento de mujeres que trata de empujar, lo más posible, ciertas reivindicaciones y demandas de los derechos de las mujeres.

En el campo epistemólogico el feminismo ha producido un cambio en el pensamiento general, que no ha sido, según la autora, reconocido todavía. Ella destaca que en primer lugar el feminismo cuestiona la distinción entre lo público y lo privado. Lo privado reservado al lugar de la mujer (espacio doméstico) y lo público reservado al lugar de los hombres (espacio político formal). En segundo lugar, el cuestionamiento de las funciones y roles sociales de las mujeres y de los hombres en lo privado y lo público hace que se quiebren las concepciones hegemónicas de lo social y lo político.

El feminismo propone una manera distinta de pensar ambos campos, relacionándolos, al plantear que lo político no es sólo lo que pasa en el sistema político, sino también lo que pasa fuera. Lo social tiene claras implicaciones políticas, pues está determinado y sobredeterminado por decisiones de poder. El feminismo introduce la idea de que “lo personal es político”. En este aspecto, la autora hace referencia al eslogan de las feministas chilenas: “democracia en la calle, democracia en la cama”. La perspectiva feminista, podría decirse, contribuye a politizar la esfera privada y a transformar por medio de este cuestionamiento tanto la esfera pública, como el espacio político formal.

En tercer lugar, el movimiento feminista, reconocido como tal, se ubica dentro del contexto histórico latinoamericano como un movimiento social de mujeres que surge junto con otros movimientos al final de las dictaduras, entre las décadas de los años 1970 y 1980. Todos estos movimientos tenían como exigencia fundamental, la transición a la democracia. Los integrantes de estos movimientos se preguntaban entonces, dice Jelin, si este tipo de participación podría constituir una nueva forma de hacer política, o si luego de la transición, estos movimientos iban a ser absorbidos por los canales estrictamente políticos. La autora se refiere aquí a la influencia del pensamiento de Norbert Lechner, de que lo político trascendía los espacios de lo institucional y lo formal.

La autora ubica la entrada de la perspectiva feminista en su trabajo en la confluencia de lo personal, lo político y lo académico, así como en la coincidencia de los momentos políticos y ciertos debates académicos. A finales de los años sesenta, la autora se encuentra en Nueva York y vive de cerca la movilización de la Guerra de Vietnam, así como la presencia de manifestaciones feministas en Estados Unidos. En esta época, la autora menciona la influencia del marxismo, de los debates en la New Left Review y el trabajo pionero de Adguir Edmolain sobre los temas de la invisibilidad de los trabajos domésticos. Todo esto conduce a esta autora a crear un primer campo de trabajo con perspectiva feminista ubicado específicamente en el campo de lo doméstico, y en su estudio en los sectores populares en la Argentina. La preocupación por el respeto al “otro” y a la “otra”, en el trabajo de Jelin, así como la posibilidad de reconstrucción de nuevas fronteras entre lo privado y lo público, provienen de la reflexión feminista

En el trabajo de Jelin, la igualdad tiene que ver con la problemática de la construcción de la ciudadanía, donde se enlaza la cuestión de género con las luchas de las mujeres por la igualdad o por la diferencia. Desde la perspectiva feminista, la cuestión de la ciudadanía se convierte en uno de los campos centrales para poder establecer un feminismo de la igualdad basado en la construcción universal del sujeto. La pregunta es si esta construcción de sujeto no forma parte exclusiva de una mentalidad patriarcal o si es por el contrario una forma de emancipación femenina.

La mujer, así como otros sujetos socialmente subordinados, se ha dado a la búsqueda del principio de la igualdad en conjunto con el derecho a la diferencia. Esto da lugar a una dinámica de tensión. La igualdad significaría, para Jelin, aceptar un umbral básico de humanidad, al mismo tiempo que se reconocen las diferencias identitarias y no se impone una homogeneización social. El tema de la igualdad es un tema de debate de la construcción de la ciudadanía, en el que la mujer tiene un papel central de lucha por un principio de igualdad en la sociedad.

La temática de lo doméstico es abordada por Jelin desde la perspectiva feminista, por un lado, como reivindicación de lo doméstico y, por el otro, como crítica a la sociedad patriarcal. En la entrevista, Jelin sitúa el origen del estudio de lo doméstico en la unión de momentos políticos con momentos académicos: viajes realizados fuera de la Argentina, contactos con los múltiples movimientos de mujeres y reivindicaciones del feminismo que se manifestaron por esos años, luchas por los derechos ciudadanos en la transición a la democracia, en la época de dictaduras del Cono Sur, lecturas del marxismo y de lo publicado por la New Left Review, e influencia de trabajos pioneros, como los de Adguir Edmolain, sobre los temas de la invisibilidad de los trabajos domésticos en México. 

En el año 1989, Jelin realiza junto con María del Carmen Feijoó un estudio empírico titulado: Trabajo y familia en el ciclo de vida femenino: el caso de los sectores populares de Buenos Aires, publicado por el Centro de Estudios de Estado y Sociedad, CEDES. En este estudio, las autoras distinguen entre aquellas tareas realizadas en el ámbito del hogar (trabajo doméstico) o las tareas realizadas fuera de él (trabajo extra-doméstico).

En el trabajo doméstico se llevan a cabo una serie de tareas vinculadas al mantenimiento y reproducción de los miembros de la unidad doméstica que se realiza sin remuneración dentro del hogar. En el trabajo extra-doméstico se realizan tareas vinculadas con el mercado. (en: Jelin, Trabajo y familia en el ciclo de vida femenino, p. 8). Hasta aquí, lo principal, en primer lugar, desde la perspectiva feminista, es que lo doméstico es llevado a la categoría de trabajo como respuesta a la reivindicación doméstica que impulsa la crítica feminista de los años 1980. Las feministas establecen dos críticas centrales: la invisibilidad social de las mujeres en el trabajo doméstico no valorizado y oculto a la mirada pública y la división entre la esfera privada (lo doméstico) como lugar de las mujeres y la esfera pública como lugar de los hombres. (en: Jelin, Introducción. Gestión política, gestión administrativa y gestión histórica: ocultamientos y descubrimientos de los archivos de la represión, en: Los Archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, 2002, págs.190 y 191).

Las autoras, en 1989, denuncian además la imposibilidad que tienen las mujeres de escoger entre realizar o no un trabajo doméstico, pues: “hay un compromiso ideológico previo a la domesticidad, con la “naturalidad” e inevitabilidad del rol doméstico de la mujer. Este compromiso cierra la posibilidad del cuestionamiento de esta forma de división sexual del trabajo.” (en: Jelin, Trabajo y familia en el ciclo de vida femenino, págs. 80 y 81). Por lo tanto, lo doméstico como dinámica de la reproducción y de las tareas del hogar, no llega a ser en sí lo cuestionado, sino el hecho del esencialismo que produce una unidad indisoluble entre rol doméstico como rol exclusivo de la mujer.

La perspectiva esencialista impide ver que no por designios naturales la mujer tiene que cumplir con un rol doméstico por el hecho de ser mujer. Analizar el rol doméstico de la mujer como construcción cultural permite visibilizar las múltiples dinámicas de discriminación que las mujeres han sufrido en las sociedades patriarcales: en primer lugar, por el hecho de que se las ha destinado a cumplir su ciclo de vida en función de lo familiar: la mujer se realiza casi por completo en el hecho de la maternidad. En segundo lugar, por haber catalogado el trabajo doméstico como trabajo secundario, además, sin haber recibido remuneración por él, lo que se ha creado, obviamente, es la dependencia económica de la mujer y su subordinación a los que tienen poder económico. En tercer lugar, por haberlas excluido sistemáticamente de lo público, de lo académico, de lo político, de lo cultural, etc., y haberles negado un tipo de trabajo en donde se podían asumir mayores responsabilidades sociales; por haberlas subpagado, o por negarles un contrato por posibilidades de embarazo.

A pesar de todas estas denuncias y cambios de mentalidad que se han producido, la presencia de las mujeres sigue, según Jelin, muy ligada a la lógica de la domesticidad, es decir, a la lógica del cuidado de la familia. Las mujeres están a cargo de los hijos y de la familia en situaciones de extrema pobreza. Son las mujeres las que salen fuera del ámbito doméstico en función de una necesidad cotidiana y basada en el rol de género de las mujeres, en el rol tradicional de las mujeres como esposas, madres y protectoras de la familia. Los hombres, por lo tanto, no acompañan masivamente en responsabilidad a las mujeres en las funciones de reproducción y del mantenimiento y cuidado de los miembros de la familia.

El otro punto de crítica que establece la autora estaría en la división tajante que se hace entre lo público y lo privado. Jelin dice que nos encontramos en un mundo sociopolítico y cultural que quiere reforzar esta dicotomía y distinguir entre la domesticidad de las mujeres (lo privado) y la publicidad. La consecuencia de esta división radical entre lo privado y lo público es el hecho del aislamiento social. Algo propio del sistema patriarcal es convertir los espacios en espacios aislados. Estas formas de aislamiento se han intentado combatir por múltiples vías: a través de los movimientos sociales, de los movimientos de caridad, a través de manifestaciones de la gente en el ámbito público, de la comunicación y la participación social. Los mecanismos de aislamiento pueden naturalizar hechos como los de la violencia doméstica.

Referencias

María del Carmen Feijoó, Elizabeth Jelin: Trabajo y familia en el ciclo de vida femenino: el caso de los sectores populares de Buenos Aires. Buenos Aires, CEDES, 1989.

Catalina Haydée Wainerman, Elizabeth Jelin: Del deber ser y el hacer de las mujeres: 2 estudios de caso en Argentina. México, Colegio de México/PISPAL, 1983.

Elizabeth Jelin: Familia y unidad doméstica: mundo público y privado. Buenos Aires, Estudios CEDES, 1982.

Elizabeth Jelin: Mujer y mercado de trabajo urbano. Buenos Aires, CEDES, vol. 1, Nr. 6, 1978.

La familia fue central, dice Jelin, para establecer las fronteras de lo público y lo privado. Las mujeres han sido importantes en todos los campos del movimiento de derechos humanos. En el caso de la Argentina, la madre está como emblema: la madre de desaparecidos o desaparecidas, el movimiento de abuelas que busca recuperar a los secuestrados.

En realidad, todo lo más emblemático del movimiento de mujeres en la Argentina, dice Jelin, es que es muy familístico, muy centrado en vínculos de parentescos sanguíneos: madre, abuela, hijos, hermanos o hermanas. Hay poco lugar para otros vínculos de parentesco y otros vínculos de afinidad, por ejemplo, no hay movimiento de compañeras, esposas, amantes, tampoco hay un movimiento de compañeros o compañeras de militancia.Entonces en lo familístico, que es lo simbólicamente cultural de la familia, quienes están a cargo de los temas de familia son los roles femeninos. En la Argentina, la importancia de lo familístico formó parte del movimiento de derechos humanos que en este contexto lo conforma principalmente el movimiento de mujeres. Por otra parte, la dictadura hizo uso de la metáfora familiar, de la gran familia argentina, de la familia militar. Sin embargo, la propia dictadura rompe con la familia. El movimiento de derechos humanos se transforma a raíz de esta coyuntura como vehículo del discurso de lo familístico.

Jelin se pregunta con respecto al caso de la Argentina y la intensidad de lo familístico: ¿A qué se debe atribuir con respecto al tema de lo familístico, a las herencias de la dictadura, o a herencias mucho más viejas que tienen que ver con las fuerzas conservadoras? La autora distingue un mayor movimiento de lo familístico en los movimientos de derechos humanos argentinos que en los movimientos del resto de países del Cono Sur. Jelin se pregunta: ¿De dónde viene esta presencia tan enorme y tan fuerte de una matriz familística en la cultura argentina? En Chile, por ejemplo, el tema de los familiares de los desaparecidos, no constituye el eje del movimiento de los derechos humanos. El eje del movimiento es más político y menos familístico. La autora deja abierta estas preguntas de investigación con respecto al tema de la fuerza de lo familístico en la Argentina.

Para Jelin, es necesario trabajar con temas de familia ya que existe en la actualidad un énfasis internacional en dar una especie de vuelta a una noción natural de la familia. Para hablar de la familia hay entonces que mostrar todas las formas posibles de familia.

La distinción entre lo público y lo privado forma parte de un debate complejo que fue deconstruido por el feminismo. La perspectiva feminista apunta centralmente al hecho de la naturalización de los roles masculinos y femeninos al ámbito de lo público (lo político) y lo privado (lo doméstico), respectivamente. Los movimientos feministas introducen todo un debate dentro de esta división naturalizada.

En la Argentina, el reclamo por las víctimas de la dictadura realizadas por parte de las Madres de la Plaza de Mayo, configuraron una memoria emblemática del lugar de la mujer en la esfera pública argentina. Las madres eran las preocupadas y las que exigieron verdad y justicia por los desaparecidos: “Las mujeres (madres, familiares, abuelas, viudas, etc.) han aparecido en la escena pública como portadoras de la memoria social de las violaciones de los derechos humanos. Su performatividad y su papel simbólico tienen también una carga ética significativa que empuja los límites de la negociación política, pidiendo «lo imposible». Su lugar social está anclado en vínculos familiares naturalizados, y al legitimar la expresión pública del duelo y el dolor, reproducen y refuerzan estereotipos y visiones tradicionales.” (El género en las memorias. En: Jelin, Los trabajos de la memoria. Madrid y Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 115).

La presencia de los actores en el espacio público conduce a la lucha por la legitimidad de la voz. Una pregunta podría ser: ¿Quiénes son los que tienen derecho y los que tienen legitimidad para hacerse oír en la esfera pública? La otra pregunta que deja sugerida Jelin en nuestra entrevista es: ¿Cuál sería el lugar en la sociedad de lo privado y de la privacidad?

Las cuestiones en torno de la memoria, las definiciones de la memoria colectiva o de la memoria de la violencia política y la represión constituyen, en la actualidad, un campo nuevo en las ciencias sociales. Así lo propone Jelin en una de sus publicaciones más recientes: Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales (en: Cuadernos del Ides, núm. 2, octubre, 2003, p. 3-27).

En un capítulo de su libro: Los trabajos de la memoria (Madrid/Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 17-38), titulado: ¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?, la autora establece las coordenadas teóricas del debate desde donde puede abordarse científicamente el tema de la memoria:

“[…] hay una tensión entre preguntarse sobre lo que la memoria es y proponer pensar en procesos de construcción de memorias, de memorias en plural, y de disputas sociales acerca de las memorias, su legitimidad social y su pretensión de «verdad». En principio, hay dos posibilidades de trabajar con esta categoría: como herramienta teórico-metodológica, a partir de conceptualizaciones desde distintas disciplinas y áreas de trabajo, y otra, como categoría social a la que se refieren (u omiten) los actores sociales, su uso (abuso, ausencia) social y político, y las conceptualizaciones y creencias del sentido común.” (p. 17).

Si la memoria es crucial, es porque conforma las estructuras propias del pensamiento. La memoria no es un artefacto que se localiza fuera de los sujetos. Por el contrario, la memoria los constituye y sostiene su identidad creando coherencia y continuidad dentro de una comunidad determinada: “el núcleo de cualquier identidad individual o grupal está ligado a un sentido de permanencia (de ser uno mismo, de mismidad) a lo largo del tiempo y del espacio.” (p. 24).

En otro capítulo del mismo libro, Jelin habla del género en las memorias. En el Cono Sur, las luchas por la memoria fueron llevadas a cabo de forma protagónica por los dolientes de los desaparecidos de las dictaduras y por sus propias víctimas. Las madres de los desaparecidos y, en general, sus familiares, adquirieron una presencia fundamental en las luchas sociales desde los años 1980. El régimen de represión llevado a cabo a través de la violencia y la tortura afectó los roles familiares y tradicionales de las mujeres. Las mujeres produjeron en contraparte una lógica social diferente de la lógica política represiva, motivada por sus roles tradicionales familiares, sus sentimientos, amor y ética del cuidado. En medio de los cambios en las estructuras familiares, las mujeres se hacen cargo de dos tareas principales: “[…] la creación de organizaciones de derechos humanos ancladas en el parentesco con las víctimas directas; en el ámbito privado, la lucha por la subsistencia familiar y la adaptación o cambio en función de las nuevas circunstancias.” (p. 104)

Los movimientos de los derechos humanos se han unido a estas demandas de luchas por la memoria. Estos actores que han participado de forma constante en las luchas en contra de la impunidad y a favor de la amnistía, se han dado además a la causa de recuperar una cantidad de información que les permite a las víctimas denunciar y comprobar que efectivamente fueron cometidos actos de injusticia.Es lo que Jelin denomina archivos de la represión como aspecto del estudio y construcción de la memoria de la violencia política y la represión.

En el contexto socio-político del Cono Sur de finales de los años 1970 y comienzos de los años 1980, en los procesos de transición de las dictaduras hacia las democracias, tienen lugar múltiples manifestaciones públicas y demandas democráticas realizadas por diversos actores de la sociedad civil. En este momento, la lucha por los derechos ciudadanos en las democracias por venir, reflejada en las demandas que surgieron de distintos sectores sociales, adquieren un lugar central en la esfera pública.

Surgen en esta coyuntura los llamados nuevos movimientos sociales latinoamericanos. Elizabeth Jelin, en el artículo: “Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratización en la Argentina” (en: F. Calderón Gutiérrez (comp.), Los movimientos sociales ante la crisis. Buenos Aires, UNU/CLACSO/IISUNAM, 1986), nos da una definición de movimientos sociales como aquellas “acciones colectivas con alta participación de base que utilizan canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo que van elaborando sus demandas, van encontrando formas de acción para expresarlas y se van constituyendo en sujetos colectivos, es decir, reconociéndose como grupo o categoría social.” (p. 18).

El concepto de los movimientos sociales ocupa una parte central en el trabajo que realiza Jelin. Su enfoque de los movimientos sociales muestra el carácter socio-dinámico de los movimientos en comparación con el resto de las acciones colectivas, y su aspecto de resistencia como de protesta social. Esta perspectiva permite comprender que los movimientos sociales no son puntos fijos de la sociedad que poseen lógicas lineales cotidianas sino que, por el contrario, son alianzas sociales, muchas veces inesperadas, que se hacen y rehacen de múltiples formas, y que están sujetas siempre a intereses coyunturales.

El significado e interés analítico de los movimientos sociales reside sobre todo, para la autora, en poder buscar en ellos evidencias de transformación profunda de la lógica social, pues lo que está en cuestión es tanto una nueva forma de hacer política como una nueva forma de sociabilidad. (p. 21). Por lo tanto, desde la óptica de Jelin, los movimientos sociales son sobre todo movimientos de resistencia y de protesta social.

Alrededor de los movimientos sociales, Jelin logra establecer una línea de investigación que conecta lo que habían sido sus estudios sobre protesta social, en especial sobre protesta obrera y, más adelante, sobre movimientos barriales, con la transición política hacia la democracia. Jelin no sólo centra estos estudios en el caso de la Argentina, sino que extiende sus investigaciones más allá de los límites nacionales. Cuando estudia el lugar de las mujeres dentro de los movimientos sociales, lo hace a una escala latinoamericana. Actualmente, la autora se refiere a "movimientos sociales transnacionales" para definir un campo más amplio de análisis que trasciende las fronteras e intereses nacionales del caso argentino. En este aspecto, es central la publicación: Más allá de la nación: las escalas múltiples de los movimientos sociales (Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003).

Los movimientos sociales tanto en la Argentina como en el resto de países latinoamericanos que Jelin ha estudiado pueden agruparse, dentro de su obra, en cuatro grandes tejidos de movimientos sociales –estos tejidos se subdividen entre ellos, se separan o interconectan cuando toman partido en luchas específicas–: el tejido de los movimientos urbanos –barriales, de obreros, de sindicalistas, de base, de piqueteros, de las minorías sexuales…–, el de los movimientos de mujeres –sindicalistas, feministas, de mujeres en el Estado, de mujeres en el MERCOSUR…–, el de los movimientos de derechos humanos, y el de los movimientos de gente y migraciones. Por ejemplo, en los años 1980, muchos movimientos tenían como objetivo central la lucha por la democracia, a pesar de que cada uno de ellos, por ejemplo el movimiento feminista, atendía una agenda de intereses todavía más específica.

Más adelante, en las marchas en la conmemoración del 24 de marzo, el papel de las madres de los desaparecidos es crucial en la Argentina. Esta unión de los diferentes tejidos, dice Jelin, establece una especie de escenario político de luchas por quienes son las voces que van a ser escuchadas socialmente. Primero, las madres, luego los hijos de los desaparecidos y de los exiliados, los ex-militantes, los sobrevivientes y una multiplicidad de voces de otras organizaciones sociales y otras partes de la sociedad argentina que también están reclamando la posibilidad tanto de conmemorar, como de hacerse escuchar. Entonces, dice Jelin, si uno va a una de las marchas de conmemoración del 24 de marzo, uno se va a encontrar con que la columna de madres –la columna de hijos–, es absolutamente minoritaria y se va a encontrar con cuadras de piqueteros, montones de organizaciones sociales de todo tipo: barriales o políticas, que van a la marcha como van todos, o sea, como que esa dictadura no tiene dueño. Entonces la memoria de la dictadura no tiene un dueño legítimo, sino que de alguna manera, todos podemos –y tenemos derecho– a conmemorar o a darle sentido a ese pasado elaborando una narrativa de memoria.

Con respecto al primer tejido de los movimientos urbanos, Jelin distingue en ellos diversas etapas de constitución. En la entrevista, la autora llama la atención al menos de tres aspectos relacionados con este punto. En primer lugar, habría que estudiar la relación entre migración campo y ciudad y los movimientos sociales barriales y de base que se constituyeron posteriormente a estas migraciones en los centros urbanos. En segundo lugar, Jelin distingue entre desplazamiento social y movimiento social.

Por ejemplo, en el período de migraciones masivas del campo a la ciudad, la movilización de una cantidad de mujeres a la ciudad y la ocupación de la mayoría como empleadas domésticas no llega a tener los rasgos ni de movimiento social, ni de movimiento de mujeres. Un tercer aspecto tiene que ver con el hecho de la mayor visibilidad que pueden adquirir los movimientos en los centros urbanos. El movimiento de los piqueteros, que es a grandes rasgos un movimiento de trabajadores desocupados, venía gestándose, dice Jelin, en lugares alejados de la ciudad de Buenos Aires, aproximadamente diez años antes del 2001, que es cuando aparecen en la capital argentina.

El tejido de los movimientos de gente y migraciones es una categoría mucho más reciente y conforma una de sus investigaciones actuales. Se ha estudiado aquí sobre todo el tema de los derechos de los inmigrantes en los países limítrofes con la Argentina. Jelin se refiere en este aspecto a dos tendencias dentro de las instituciones del Estado, una que promueve la discriminación, y otra que sí recibe las demandas de los emigrantes cuando se sienten discriminados.

Un tercer tejido lo constituyen los movimientos de mujeres: mujeres sindicalistas, mujeres de la iglesia católica, mujeres indígenas, mujeres en el MERCOSUR, mujeres académicas, mujeres ligadas a los gobiernos o mujeres feministas. Uno de los principales puntos a entender aquí es la crítica al hecho de que las luchas de las mujeres y su participación social han sido interpretadas en un sentido social, como trabajo social, y no en un sentido político. Jelin critica la dicotomía de espacios separados por género que identifica a lo público con lo masculino y a lo privado con lo femenino. En los movimientos de mujeres, la autora establece una diferencia entre mujeres en movimientos sociales, movimientos de mujeres y movimientos feministas. En la entrevista, se refiere a 4 lógicas de grupos de mujeres que pueden combinarse entre ellos y conformar un campo no resuelto: la lógica de las sindicalistas, que se extiende al papel de las mujeres en el MERCOSUR, la de las de académicas, la de las políticas, que comprende el grupo de mujeres ligadas a los gobiernos, y la de las feministas.

Frente a la formación del MERCOSUR existen muchísimos actores sociales o movimientos sociales: el del ambientalismo, el de las universidades, el del sindicalismo. Jelin distingue en sus investigaciones dos vanguardias o dos grupos de mujeres que se sumaron a la conformación del bloque regional MERCOSUR, que incluye cuatro países: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; y además Chile y Bolivia, como países asociados. Uno es el grupo de las mujeres sindicalistas que ha estado intentando armar redes regionales para avanzar en el mundo del poder dentro de la conformación del MERCOSUR. El otro grupo es el de las mujeres académicas, el cual ha tenido la iniciativa de organizar reuniones y seminarios sobre el significado del MERCOSUR para las mujeres en términos de empleo y de garantías sociales, entre otros. Jelin hace referencia a que, en el campo del MERCOSUR, el movimiento feminista se quedó un poco atrás.

Un ejemplo de mujeres ligadas a los gobiernos lo constituye en la Argentina un grupo que durante el gobierno de Menem, conformó una ONG regional, cuyo principal objetivo fue “copar los lugares” dentro de la política formal. La dinámica política de cada uno de estos grupos transnacionales –porque son alianzas transnacionales de mujeres– ha tenido una lógica muy distinta y ha querido ocupar los espacios para objetivos muy diversos.

Por último, se encuentra el movimiento de derechos humanos que ocupa un lugar central tanto en la actualidad como en el trabajo de Jelin. El movimiento de los derechos humanos se conecta en una parte con el movimiento de mujeres en la Argentina a raíz de la salida de las madres a la esfera pública. La mujer, a través de su rol tradicional, se convierte en sujeto político y su labor llega a constituir en gran parte el emblema del movimiento de derechos humanos. El movimiento de los derechos humanos es mucho más complejo en la Argentina y se constituye en una fuerza importante de transición política. Recientemente, Jelin ha publicado: Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales (en: Cuadernos del Ides, núm. 2, octubre, 2003.).  Como el título lo indica el tema de los derechos humanos está completamente ligado a los movimientos que luchan por la memoria y, en especial, por la memoria de la represión.

Zwischen Räumen
Desigualdades
MISEAL