Conceptos trabajados por Margo Glantz durante su carrera académica
El cuerpo ocupa un lugar central en las obras de Margo Glantz. Es al mismo tiempo tema y herramienta literaria para crear una narrativa desde la perspectiva de las mujeres dando una mirada femenina sobre el cuerpo femenino, rompiendo así la tradición de la mirada masculina sobre el cuerpo de la mujer que se expresa en muchos de los textos de la literatura. Margo Glantz abre nuevas perspectivas, no solamente al enfocar el cuerpo desde la perspectiva de la mujer y utilizarlo como herramienta de su escritura, sino también al fragmentarlo.
El tema del cuerpo femenino ha despertado el interés de la autora, porque es un tema muy frecuente en la literatura canónica, que en su mayoría es escrita por autores masculinos, por lo tanto, las definiciones del cuerpo femenino en la literatura son propuestas desde una perspectiva de los hombres. Después de la lectura de las novelas de Flaubert, Dostojewski y Faulkner, Margo Glantz empezó inconscientemente a trabajar el tema del cuerpo femenino en la literatura a través de la lectura, rechazando las definiciones del cuerpo femenino desde una mirada masculina.
Luego, dando clases de literatura, ella empezó a teorizar y reflexionar sobre el tema de otra forma y también lo empezó a trabajar en sus ensayos. Sin embargo, fue después de un momento clave, que ella empezó a desarrollar el fragmento del cuerpo como una de sus características de la narración: fue la lectura de los escritores Cuéllar y George Bataille y la lectura del cuento El Dedo Gordo del autor francés George Bataille, en el que el tema principal está relacionado a un pie, lo que inspiró la escritura de Margo Glantz de tal forma que ella misma empezó a escribir sobre esto. Es así como ella comienza a desarrollar una de las características sobresalientes en su narrativa, los fragmentos del cuerpo y su estado: “lo que es curioso es que yo he ido fragmentando el cuerpo, porque trabajo por un lado los pies, luego trabajo la lengua - como en la Malinche -, luego trabajo los ojos, el llanto - tengo un texto sobre los ojos de Juan Rulfo -, es decir, voy trabajando sobre partes del cuerpo, y ahora en este libro Zona de Derrumbe, (...) sigo trabajando el problema del cuerpo enfermo” (Glantz: entrevista).
Para la autora la escritura juega un papel muy importante por transgredir los límites que impone el cuerpo al autoconocimiento,“una exploración anatómica y erótica” como dice Glantz en la entrevista, la cual también se encuentra en sus obras. Al mismo tiempo, la narración a través de los fragmentos del cuerpo le ofrece la posibilidad de recapitular la historia desde la perspectiva de diferentes partes del cuerpo femenino, como se refleja en sus ensayos sobre la Malinche.
Glantz relee la historia y facilita así una nueva lectura de personajes históricos como el de la Malinche, a quien esta autora define como "la lengua", pues ella, en su posición de traductora, tenía una inteligencia superior traduciendo y ayudando a Cortés, aunque sometiera su cuerpo a él: “(…) entonces realmente la Malinche conjuntaba una cantidad de posibilidades, de elementos fundamentales de los cuales no podía prescindir Cortés para la conquista, pero esos elementos podían resumirse en su capacidad de traducir, y eso estaba localizado en la lengua” (Glantz: entrevista).
El espacio urbano no es uno de los conceptos principales con los que se relaciona Margo Glantz. Sin embargo, ocupa un lugar central en la vida de la intelectual mexicana, ya que la Ciudad de México y otras ciudades han sido su espacio de vida. Además este espacio se presenta como marco de las propias experiencias de la autora, las cuales muchas veces no son lineales, sino marcadas por interrupciones. Es así como la Ciudad de México, dentro de la cual la autora en su infancia se mudó constantemente con su familia, se relaciona con la experiencia de la falta de arraigo y la motivación de viajera: “[...] no tengo ningún arraigo. Quizás el hecho de mudarme de casa toda la infancia me dió esa sensación viajera que de alguna forma me obligó a trasladarme de un lugar a otro, tranquilamente, sin nostalgia, a pesar de que yo tengo una casa hace muchísimos años que es una casa muy agradable, muy bonita, en la que me siento muy bien, [...] y que es inamovible, digamos.” (Glantz, entrevista) Esta cita de la autora muestra que es posible relacionar el espacio urbano, con los conceptos de la movilidad, del arraigo y desarraigo, y como la experiencia dentro de este espacio influye estos mismos conceptos.
El término ‘estrategias autobiográficas’ se refiere a las estrategias narrativas que contienen rasgos autobiográficos aplicadas por la autora Margo Glantz en sus obras. Tales estrategias abren para la autora el camino para una narrativa autobiográfica que rompe con los conceptos clásicos de la autobiografía y por medio de las cuales puede contar la biografía fijándose en los momentos de complejidad, confusión y fisuras. De este modo, el paréntesis, el fragmento, la ficción o la genealogía se pueden interpretar como estrategias autobiográficas que son utilizadas por Glantz en diferentes niveles de la narrativa.
En el nivel del género literario, cabe enfatizar que el concepto de autobiografía de Margo Glantz no se orienta en las teorías clásicas, ya que para ella, la ficción siempre forma parte de la autobiografía. Así, Glantz define en la entrevista que todo lo que ella recoge “como persona es autobiográfico, no necesariamente vivido autobiográficamente sino asimilado autobiográficamente”. Además, al intitular su autobiografía Las Genealogías, la autora hace referencia al género literario de la genealogía, del cual confirma que es el género que le ofrece la posibilidad de expresar tanto su propia historia familiar de migración de Europa a México como las diferencias culturales que existían entre su casa y las costumbres mexicanas. Para Glantz, la genealogía forma parte de la autobiografía, porque saca los orígenes familiares a la luz y, al mismo tiempo, permite ubicar el sujeto dentro de un contexto más amplio.
En el nivel de las herramientas literarias, sobresalen el paréntesis y el fragmento, los cuales le permiten a la autora romper con la linealidad y coherencia del clásico texto autobiográfico. Glantz describe el paréntesis como estrategia para implicar los diferentes discursos y memorias de un momento o de una época en su narrativa, pero también para expresar simultaneidad y fragmentación dentro de esos pensamientos y sucesos. Es el paréntesis el que fragmenta los discursos, los interrumpe para desarrollar un tejido de discursos dentro del discurso. De este modo, la fragmentación del texto entonces, por un lado es resutado de los paréntesis, mientras que por otro lado se expresa en el mismo fragmento, en los cambios de temas y sucesos.
En el nivel del sujeto autobiográfico, cabe señalar que el personaje principal de tres de sus novelas, Nora García, es un personaje a través del cual la autora puede ficcionalizar lo autobiográfico, como la misma autora lo explica. De esta forma, ella explica no solo la aparición del personaje de Nora García en tres novelas diferentes, sino también la intimidad que existe con el personaje.
Margo Glantz aplica una variedad de estrategias autobiográficas como el género de la genealogía, la ficción, herramientas literarias como el paréntesis y el fragmento, al igual que el sujeto autobiográfico a través del cual la autora ficcionaliza lo autobiográfico. Estos elementos le permiten contar su biografía dentro de un contexto más amplio, señalando simultaneidad, fisuras y la no-linealidad de la vida. Las obras de Margo Glantz hablan desde una perspectiva doble marginal – la de mujer y la de una mexicana con ascendencia rusa-judía – por lo cual su obra rompe, a su manera, con la tradición masculina de la autobiografía.
Las novelas de Margo Glantz se componen de diferentes fragmentos entrelazados, que juntos forman la narración de la autora. Los fragmentos que caracterizan los textos se encuentran en dos niveles: en las rupturas y dispersiones de la linealidad del texto y en las partes del cuerpo humano a través del cual narra el texto.
En la lectura de las novelas, los fragmentos del primer nivel saltan a la vista del lector porque hay muchas rupturas dentro de la narración, se interrumpen los pensamientos y se entra en una nueva narración con frecuencia. Es esa estrategia, la que le facilita a la autora expresar simultaneidad de sucesos dentro del texto. Glantz subraya en la entrevista la necesidad de esa estrategia, ya que en la práctica de la escritura no existe simultaneidad, sino una sucesión: una frase sigue linealmente la otra. Sin embargo, las fisuras y la no-linealidad no representan un proceso de desintegración. Con esta técnica la autora aplica un orden que reúne los fragmentos: “La proliferación mental mía se puede reducir y ordenar mediante - por un lado - el fragmento, y por otro lado un fragmento que se inscribe dentro de una obsesión, digamos, para darle un ordenamiento” (Glantz: entrevista).
En el segundo nivel están las partes del cuerpo humano a través de los cuales la autora arma su narración. Fragmentando el cuerpo en partes, Glantz logra identificar y expresar las funciones centrales que este tiene dentro de la narración, pero también en el contexto histórico, lo cual se refleja en la relectura y reinterpretación de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz y del papel histórico-social de la Malinche.
El concepto de identidad que Margo Glantz presenta en la entrevista gira en torno a la idea de una identidad cultural que no está vinculada a un Estado-nación, sino a las costumbres, las tradiciones, las experiencias, etc., que forman la identidad durante la infancia y de alguna manera permanecen y se desarrollan a lo largo de la vida. Al mismo tiempo, no se trata de una identidad cerrada sino de una negociada, en la cual pueden ubicarse diferentes experiencias de varias culturas.
Margo Glantz señala que la infancia juega un papel muy importante en la formación de identidades, y ella define su propia infancia como una infancia judía: “(...) de padres judíos, pero al mismo tiempo con tradiciones judías, con comida judía, con idiomas judíos, aunque yo no los aprendí - eso me mantuvo al margen también en alguna medida -, pero una infancia que está totalmente permeada del mundo mexicano y que conforma una identidad diferente” (Glantz entrevista). Es dentro de esa experiencia donde los dos mundos - el mundo judío en la casa, y el mundo mexicano afuera - se relacionan y donde se empieza a negociar la identidad, lo que permite que la autora - a pesar de que no hablaba yiddish sino español - perciba su infancia como ‘judía’. Esa experiencia también demuestra que las identidades negociadas son marginales y que conforman una identidad diferente a la mayoría de la sociedad.
No obstante, no es solamente la infancia lo que define su identidad como una identidad judío-mexicana, ya que la autora revela que hasta hoy, su identificación con ciertos intelectuales judíos - como Benjamín, Mijail Sebastián y Paul Celan - es muy importante para su identidad judía. Estos autores tienen en común que eran judíos y que tenían no solo la experiencia del nazismo y del fascismo, sino también la de la diáspora: “(...) como decía también Jean Amerie o como decía el propio Primo Levi: Soy judío porque es una cosa de la que no puedo librarme porque soy judío, y ya. Pero al mismo tiempo soy lo que soy, soy rumano, soy mexicano, soy alemán y me identifico totalmente con esas tradiciones” (Glantz entrevista). Compartir la experiencia de la diáspora, de la memoria y de la marginalización en una sociedad explica la identificación de la autora con los conceptos de identidad de los autores judíos y con el judaísmo. Y sin embargo, aunque el judaísmo forma parte de la identidad de la autora, esto no significa que ella esté conforme con la comunidad judía en México o con las políticas del estado de Israel. Y es también en esos detalles en los que se expresa la ubicación de Glantz, entre los dos mundos a veces conflictivos, debido a lo cual hay una negociación persistente – o, como diría la autora: “no puedo dejar de ser judía: soy judía; pero también no puedo dejar de ser mexicana: soy mexicana. Y estoy feliz, bueno, no tan feliz, a veces hay problemas, pero es mi identidad” (Glantz entrevista).
Finalmente, cabe recalcar que el concepto de identidad introducido por la autora en la entrevista vincula la experiencia de la diáspora, es decir, la identidad judía, con la experiencia en México, el país donde se crió. Así, Glantz separa su propio concepto de identidad, de aquél atado al lenguaje o a la nación, lo cual ella también expresa por medio de su crítica a la política del estado de Israel. Sin embargo, como señala la autora en la primera cita, las identidades negociadas siempre son “diferentes” o marginales dentro de la sociedad
Refiriéndose a sus narraciones y a los rasgos autobiográficos dentro de las mismas, Margo Glantz presenta su concepto de la intimidad, por medio del cual visualiza la diferencia que persiste entre la intimidad que surge entre el lector y la autora a través del texto y la intimidad del texto con la persona de la autora.
Mientras lo autobiográfico devela algo muy personal e íntimo sobre la vida extra-textual del autor, las narrativas autobiográficas para Margo Glantz no son absolutamente íntimas, aunque se refieran a su propia vida. En primer lugar porque ella intenta “tapar esa intimidad con recursos literarios” y, en segundo lugar, porque sus obras siempre contienen una gran parte ficticia, como confirma la misma escritora en la entrevista. Las narrativas de la autora abren por un lado la puerta al su propio mundo íntimo, mientras que por otro lado las estrategias narrativas cierran ese mundo a través del uso de recursos literarios. De esa manera, Margo Glantz demuestra su estrategia para manejar la autobiografía y la intimidad dentro de sus obras.
La escritora demuestra con su concepto de intimidad, que entre el lector y el autor la intimidad – la cual se percibe al leer el texto autobiográfico – siempre es imaginada, ya que esa intimidad sigue las estrategias de narración de la autora.
Refiriéndose a la poesía y al lenguaje del poeta Juan Gelman, Margo Glantz introduce el término “lenguajes inmigrantes” como una de las influencias importantes del desarrollo del idioma en la infancia del poeta argentino: “En el lenguaje de la infancia se entrecruzan varios lenguajes, los lenguajes inmigrantes -el de los padres, judíos venidos desde Ucrania hasta Buenos Aires, donde nace Gelman en 1930-, el lenguaje coloquial, la libre traducción (ha traducido Hamlet al lunfardo), el comentario, los heterónimos, el pastiche, la tradición norteamericana de los epitafios a la Lee Master, los posibles lenguajes de los amigos desaparecidos por la represión, el lenguaje y la ortografía infantiles.“(Glantz 2000)
Con el término, la autora señala la posibilidad de la coexistencia y del entrelazamiento de diferentes lenguajes producto de la migración, lo cual se transmite en muchos casos a la segunda generación de inmigrantes, es decir, a los hijos que nacen en el país a donde migraron sus padres. Vinculando el concepto de lenguajes inmigrantes con la infancia de una persona, Glantz expresa que esa experiencia de los diferentes lenguajes en la infancia puede acuñar el desarrollo de la identidad de los hijos de inmigrantes que crecen o nacen en un país distinto al de los padres. Mientras el lenguaje puede significar un papel importante para la identidad, no siempre es el lenguaje el que define identidades, como se demuestra en el caso de Margo Glantz.
En su propio caso, la escritora define al español como su lengua materna, y dice que en casa nunca aprendió ni el yiddish, aunque su padre era un poeta en yiddish, ni el ruso, aunque el ruso era la lengua materna de su madre. Al mismo tiempo, su infancia la describe como: “(…) una infancia judía, de padres judíos, pero al mismo tiempo con tradiciones judías, con comida judía, con idiomas judíos, aunque yo no los aprendí - eso me mantuvo al margen también en alguna medida -, pero una infancia que está totalmente permeada del mundo mexicano y que conforma una identidad diferente. (…) En mi caso, mi lengua materna no es la de mis padres, mi lengua materna es la de mi país, que es México” (Glantz: entrevista)
Referencia:
Margo Glantz, "Juan Gelman", Fractal n° 19, octubre-diciembre, 2000, año 4, volumen V, pp. 53-58.
Margo Glantz enfoca el amplio discurso de la memoria refiriéndose a las relaciones entre memoria y genealogía y entre la memoria e interpretación cultural en el plano académico.
Según la autora, la relación entre memoria y genealogía es inseparable, ya que “toda genealogía recurre a la memoria”, es decir, que se necesita memorizar y organizar lo memorizado para armar una genealogía.
Con su obra, El día de tu boda, en la cual coleccionó e hizo una lectura de fotografías, de postales y tarjetas de boda de Italia del siglo XIX que ella encontró en una biblioteca en México, Glantz explica el papel fundamental que tiene la memoria en la interpretación de esos textos del pasado, de otra época y de otra cultura, ya que en la práctica de la interpretación uno intenta “encontrar una memoria en algo que no la tenía”: Al intentar leerlo e interpretarlo, uno recurre a su propia memoria - a lo que se ha leído, a lo que se ha escuchado, a lo que se ha vivido – y se organiza la información, se asocia con textos académicos y se interpreta el texto cultural. Sin embargo, como refiere la autora, esa interpretación evidentemente siempre contiene también un poco de ficción.
Glantz señala que existe una posibilidad de encontrar una memoria dentro de asuntos culturales que uno no ha vivido, al recurrir a la propia la memoria académica. En fin, es la propia memoria, la ordenación de ella y la interpretación, las que abren esa posibilidad de la lectura de la cultura.
Para Margo Glantz, las obseiones forman parte fundamental del individuo, que están presentes en todas sus actuaciones y pensamientos. Hablando sobre ella misma, la autora nos explica que sus obsesiones “se concentran de alguna forma en el cuerpo“. Durante la entrevista, la autora revela que ella trabaja sus obsesiones a través de sus obras, debido a esto, la publicación de obras caracterizadas por las mismas, le es difícil.
Dado que la autora disfruta de una gran variedad de obsesiones, como por ejemplo el diluvio, el cuerpo o las ballenas, la concentración en una sola le resulta difícil, y es por eso que ella se aplica leyendo y escribiendo en varios temas al mismo tiempo. De esa manera, el corpus de sus obras son sus obsesiones. Con el ejemplo de Síndrome de naufragios, ella explica que el gran cúmulo de asociaciones y referencias dentro de la obra expresan su obsesión con el diluvio, lo cual es el resultado de la prolífica y abundante lectura de literatura que se refiere a ello.
Por otro lado, cambiar muchas veces los géneros literarios para trabajar sus obsesiones, le ha mostrado los límites del mundo editorial en México y las dificultades para publicar cuando las obras no caben en las categorías. Sobre este punto, ella nos cuenta como tuvo que publicar su libro Las 1001 dietas con sus propios recursos, y al tener en cuenta que se vendieron casi todos los ejemplares, plantea la duda sobre si las condiciones impuestas por los editores para publicar, impiden las publicaciones de las obras que la gente desea.
Cabe recalcar que la idea de las obsesiones, tal y como la introduce la escritora, no deja duda de que las mismas son fundamentales para la creatividad y que podrían entenderse también como un motor para escribir. La mirada de la autora acerca de sus obsesiones abre la posibilidad de interpretar la fragmentación de sus textos y los cambios de temas en sus obras, como algo paralelo a la variedad de sus obsesiones.
En el ámbito cultural e intelectual de México, el interés por las reflexiones sobre la Shoah y el antisemitismo es expresado por algunos artistas y escritores, como sucede en el caso de la autora Margo Glantz. Ella presenta en sus textos un punto de vista particularmente relevante sobre los discursos de memoria, la Shoah, el judaísmo y el antisemitismo, debido a que habla desde la perspectiva de la diáspora judía (y, al mismo tiempo, al margen de la sociedad mexicana) y de la mujer. Con sus reflexiones en obras como Saña o Las Genealogías, Glantz inscribe a la Shoah y al antisemitismo también en el contexto de México.
En la entrevista, la autora critica a los periódicos mexicanos, como La Jornada, por expresar “una tendencia a aniquilar la experiencia del campo de concentración por la actuación de Sharon, por ejemplo. Es decir, pretender que porque existen los problemas actuales en Israel y porque existe gente como Sharon y toda esa relación entre palestinos e israelíes, ya con eso se puede justificar que hubo una Shoah.” (Glantz: entrevista) Ahí se refleja la tendencia a atribuir el holocausto también a otros fenómenos, lo cual le quita importancia a la Shoah. Por lo tanto Glantz señala en la entrevista que ella estaría de acuerdo con Agamben, en que no se debería utilizar la palabra Shoah por su relación con el sacrificio sagrado: “y como en Homo Sacer en realidad se pierde lo sagrado porque el hombre puede ser asesinado impunemente, entonces la Shoah manejaría esa paradoja de lo sagrado cuando se le ha eliminado al hombre su condición sagrada.“
Margo Glantz percibe una semilla de antisemitismo muy peligrosa que se expresa en las generalizaciones en que cae la gente en relación a las ocupaciones y que también se expone en trabajos como el de René Girard, donde se reflexiona sobre el antisemitismo como chivo expiatorio: “a mí me parece que algunas de las tesis que Girard plantea (…) tienen que ver con la idea del antisemitismo como chivo expiatorio universal. Es decir, que se vuelve una y otra vez, él dice que se necesita un chivo expiatorio para difuminar la violencia, que una sociedad se destruye a sí misma por el resentimiento y por la envidia si no encuentra una canalización en el chivo expiatorio.”
Glantz señala que la diseminación de prejuicios y generalizaciones antisemitas en la sociedad mexicana, pero también en el mundo, es más amplia de lo que se admite y, escribiendo en contra de las generalizaciones y de la idea del Holocausto, la escritora mexicana-judía no se cansa de implicar el tema de la Shoah en sus obras, como se refleja claramente en su libro Saña (2008):
„ Shoah
Cuando abrimos las fosas, no pudimos contenernos, todos estallamos en llanto. Los soldados nazis se acercaron a nosotros, nos golpearon con gran brutalidad y nos forzaron a trabajar a un ritmo demente durante días sin dejar de maltratarnos y sin proporcionarnos instrumentos para efectuar nuestra tarea. Y no sólo eso, los alemanes agregaron que estaba estrictamente prohibido emplear las palabras ‘muerto’ o ‘víctima’ porque los que estaban allí eran simplemente un montón de madera o , más bien, un montón de mierda, que esos cadáveres no tenían la menor importancia…Es más, los alemanes nos obligaban a decir al referirnos a ellos que se trataba apenas de Figuren, marionetas, muñecas o, para decirlo con mayor precisión, shmates (porquerías).” (Glantz 2006: 25)
Referencias:
Glantz, Margo (2006): Saña. Lima, Sarita Cartonera.