Los temas centrales de la investigación de Marianne Braig son principalmente las desigualdades de género, las estructuras de poder y las condiciones del empleo feminino. Su investigación se ocupa en detalle de la segmentación de género de los mercados laborales, las políticas sociales y educativas. Además, la transformación y el desarrollo en varios países latinoamericanos ha sido uno de sus enfoques pincipales. En los últimos años se ha concentrado más en los estudios de la cultura política, el Estado y las desigualdades transregionales y globales.
Marianne Braig (1953) es profesora universitaria en el Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Instituto de Ciencias Políticas (Otto-Suhr-Institut für Politikwissenschaft) de la Universidad Libre de Berlín, con un enfoque en la política de América Latina. En 1972 empezó con sus estudios de economía y sociología en la Universidad Libre de Berlín. Después de graduarse en 1977, se doctoró en sociología en 1989, consiguiendo su habilitación en sociología en la misma universidad en 1999.
Durante su doctorado y su habilitación, entre otras actividades, trabajó como investigadora en el Departamento de Sociología de la Universidad Libre y el Colegio de México y varios proyectos de investigación sobre, por ejemplo, mercados laborales y género en México y Nigeria. Entre 1997 y 2002, Marianne Braig era profesora universitaria en el Departamento de Política Comparada y Relaciones Internacionales de la Universidad Goethe en Frankfurt am Main, para luego volver a la Universidad Libre de Berlín en 2002 como profesora universitaria, con un enfoque de política en América Latina. También fue profesora invitada en diferentes universidades de América Latina.
Desde 2008, Braig participa en el Consejo Directivo de la Universidad Libre de Berlín) y, desde 2009 es miembro del Consejo de Excelencia de la Universidad Libre de Berlín. Como distinción especial por sus logros sobresalientes en la promoción de los estudios de la mujer y la investigación de género, Marianne Braig recibió el premio Margherita von Brentano de la Universidad Libre de Berlín en 2013.
América Latina (incluyendo el Caribe) es una de las regiones del mundo con mayor desigualdad social, en la que el 40% de la población se considera pobre y casi el 20% extremadamente pobre. Además de la alta tasa de pobreza en la región, la brecha social entre ricos y pobres sigue aumentando. El término “desigualdad social” se refiere a la distancia entre las posiciones de individuos y grupos en la jerarquía de acceso a bienes sociales y a recursos de poder.
Durante mucho tiempo la investigación de las desigualdades se centró principalmente en el análisis de la situación en el Estado-nación y no incluyó unidades de análisis relacionales localizadas en entramados globales. El concepto de las “desigualdades interdependientes”, en cambio, parte de la perspectiva de que en un mundo globalizado, las desigualdades sociales son multidimensionales, interseccionales y forman parte de interdependencias transregionales. Varias formas de estratificación social como la clase, la “raza”, la orientación sexual, la edad, discapacidades y el género, no existen separadas sino que se entrelazan entre sí. Aparte de las dimensiones socioeconómicas se toman en cuenta las dimensiones culturales y socioecológicas.
Más allá de esto, Marianne Braig et al. subrayan la importancia de hacer caso a aspectos históricos en las investigaciones y a cómo éstos influenciaron y siguen influenciando la desigualdad, como por ejemplo el sistema colonial y el comercio de esclavos. Por lo tanto, su interés de investigación se focaliza en cómo los procesos globales estructuran las desigualdades en la actualidad e históricamente.
Las interdependencias globales se definen por estructuras de desigualdad que se sobreponen a espacios locales, regionales, nacionales y supranacionales. Además, se refieren a fenómenos de desigualdad temporal, por ejemplo desigualdades entre generaciones. Dos enfoques que abordan el tema de las desigualdades interdependientes son especialmente importantes: la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein (desigualdad global) y el enfoque del transnacionalismo (desigualdad transnacional).
Bibliografía:
- Marianne Braig, Sérgio Costa y Barbara Göbel: Desigualdades sociales e interdependencias globales en América Latina: una valoración provisional. En: Narda Henríquez/ Gerardo Damonte/ Marianne Braig/ Barbara Göbel (eds.): Desigualdades en un mundo globalizado. Lima: CISEPA, 2015, p. 21-47.
Según Marianne Braig, la Ciudad de México no es una ciudad global. No se trata de un centro financiero internacional sede de empresas transnacionales. Sin embargo, lo que en ella se puede observar es la otra cara de esta globalización hegemónica. Se trata de una “globalización desde abajo” sostenida en el flujo de personas, informaciones y mercancías fuera de los circuitos comerciales regulados.
Uno de estos circuitos ajenos a la economía formal es el que conforman los vendedores ambulantes en las calles del centro de la ciudad, el cual abastece de productos a los sectores populares. Aunque el centro histórico ha sido un espacio de compraventa por siglos, desde las décadas de los ochenta y noventa el comercio informal ha aumentado en cantidad y relevancia a consecuencia de la crisis estatal que, entre otras cosas, redujo el empleo regulado y asalariado; y, al entrar la producción industrial local en crisis, abrió las puertas a productos globales de procedencia legal e ilegal. Los productos característicos del comercio informal en el período que abarca la crisis de 1982 y la entrada en vigor del TLCAN provenían del circuito norte-sur. Posteriormente, cuando los productos provenientes del norte entran al circuito regulado, el comercio del centro histórico se abastece de productos provenientes del circuito transpacífico, principalmente de China. El enlace con los proveedores de China toma la forma de relaciones “personales” entre las lideresas de las organizaciones de vendedores ambulantes y sus contrapartes en Asia.
En la arena local de la ciudad, las organizaciones que estas mujeres lideran han tenido como objetivo la defensa de sus intereses y su permanencia en el espacio público de la ciudad ante las autoridades capitalinas y federales. Las organizaciones pertenecían a la maquinaria corporativista del partido en el poder (PRI) desde antes de la crisis de 1982, pero es a partir de ese momento que sus números y por lo tanto su poder aumentó considerablemente. Con la entrada del PRD al gobierno de la ciudad en 1997, la vía de negociación con el gobierno capitalino mutó al clientelismo. Esto fragmentó las organizaciones en grupos más pequeños, pero el liderazgo continuó en manos de mujeres, quienes siguieron desempeñando el papel de negociadoras tanto con el gobierno como con sus socios transpacíficos.
El tema de los vendedores ambulantes en la ciudad de México y su participación en las relaciones comerciales informales ilustra cómo los cambios en la economía y la política global son enfrentados y negociados a nivel local.
Bibliografía:
- Marianne Braig: Economías en movimiento: entre diferentes mundos y tiempos en el centro histórico de la Ciudad de México. En: Carlos Alba Vega/ Alberto Aziz Nassif y Stefan Rinke (eds.): Pensar las categorías de análisis para el estudio de la globalización, Berlin: Edition tranvía, 2017, p. 51-61.
- Marianne Braig con Carlos Alba Vega: Organización política local y entrelazamientos transregionales del comercio ambulante en la Ciudad de México.En: Iberoamericana, V. 12, No. 48 (2012), p. 129-141.
Basándose en la crítica en tradición feminista de la biologización de los sexos y destacando la construcción social de los mismos, Braig identifica en su artículo de 2001 la violencia sexualizada contra las mujeres en América Latina como una forma de violencia socialmente no reconocida. A excepción de la violencia sexual, la mayoría de los individuos involucrados en actos de violencia son hombres y jóvenes. Para ejemplificar la violencia contra la mujer, Braig menciona el ejemplo de los feminicidios en Ciudad Juárez, que empezaron a principios de la decada de 1990, y el de los asesinatos y violaciones sistemáticos de indígenas en Quiche, Guatemala, durante la fase dura de la guerra civil.
Estos casos muestran la diversidad de los actores que ejercen violencia sexualizada. Incluso, muchas veces esta violencia, caracterizada por su centralización en las características corporales de la mujer, es cometida por agresores del ámbito personal e íntimo de las víctimas. Esto explica en parte por qué esta forma de violencia aparece generalmente como algo apolítico, como un asunto privado sin mayor interés público cuya culpabilidad se centra en la mujer o en su cuerpo. La exclusión de lo social en el reconocimiento del problema de la violencia sexualizada es promovida por el silencio, por tabúes, escándalos e impunidad como formas de reacción frente a esta forma de violencia.
Durante mucho tiempo la violencia sexualizada no encajaba en las ideas clásicas de los derechos humanos ya que éstos se orientaban a la protección jurídica frente a ataques ilegítimos del Estado. Con el Movimiento pro Derechos Humanos de los años setenta y ochenta, que comenzó con las organizaciones feministas, se introdujo el tema de las violaciones en lo privado. Las Madres de Plaza de Mayo argentinas, entre otras, traspasaron su dolor familiar de la esfera privada a los espacios públicos y le dieron así un valor político.
Bibliografía:
Marianne Braig: Repensando los procesos de violencia en América Latina. La violencia sexualizada como violación de los derechos humanos. En: Klaus Bodemer/ Sabine Kurtenbach/ Klaus Meschkat (eds.): Violencia y regulación de conflictos en América Latina. Caracas: Nueva Sociedad, 2001, p. 25-38.