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Conceptos trabajados por Renate Rott durante su carrera académica

Existen múltiples estructuras o modelos familiares en las distintas sociedades. Rott se refiere, en la entrevista, a algunos aspectos de estas múltiples estructuras, en primer lugar, en la sociedad colonial esclavista del noreste del Brasil, en segundo lugar, en las sociedades ubicadas al sur del Brasil mayoritariamente compuestas por la inmigración europea, en tercer lugar, en las sociedades modernas latinoamericana y europea, en las que distingue la estructura familiar del campo de la de la ciudad y la división del espacio en público y privado o familiar. En cuarto lugar, Rott toca la estructura familiar desde la perspectiva de género destacando el lugar y el rol de la mujer en la familia.

En el noreste del Brasil, Rott observa, por un lado, una estructura de familia propia de la sociedad esclavista, dada por la actividad establecida en torno a la producción del azúcar. En este tipo de sociedad esclavista, en relación con la estructura familiar tradicional monogámica, se da una diferencia radical debido a que la trata y distribución de esclavos en los distintos ingenios separaba los miembros de la familia. Es decir, tanto padres como madres podrían ser llevados a lugares distantes de los hijos.

Para explicar el por qué de estas estructuras no-monogámicas en la sociedad esclavista, Rott indica que la iglesia católica, por su parte, no interfirió de forma determinante en las comunidades de esclavos, pues la imposición del mandamiento eclesiástico, hubiese prohibido la libre venta de la mercancía de fuerza de trabajo. En esta región del noreste del Brasil, por otra parte, las estructuras familiares resultaron conformadas también por múltiples mestizajes. Al no implementarse de forma contundente la prohibición de la reproducción entre las distintas “razas” y clases, en comparación con la región del Norte de América, hubo una mayor permeabilidad en la reproducción, al darse la mezcla entre los esclavos –en su absoluta mayoría negros–, mestizos y blancos fuera del matrimonio.

Asimismo, existió una mayor aceptación de los hijos ilegítimos productos de estas uniones, aunque relegados a un lugar aparte. En la región del Norte de América, se dio en cambio, con una rigidez mucho más extrema, el rechazo de los hijos ilegítimos, los cuales significaban la deshonra absoluta. La religión protestante interfirió mucho más en mantener separadas las estructuras sociales de los blancos y los negros, así como en darle un lugar central a la estructura monogámica y a la idea de familia.

Al sur del Brasil se dio en cambio el predominio del modelo europeo de familia, implementado por los grupos que se asentaron en esta zona y provenientes sobre todo de Portugal, España e Italia. Esta estructura familiar se conformó alrededor del matrimonio monogámico que aseguraba, en el caso de los terratenientes, de mantener las posesiones y los bienes económicos, los privilegios sociales y de poder en las formas de regulación de la herencia. En este modelo familiar la mujer quedó asignada al espacio privado y al cuidado de la familia, y el hombre al espacio público y por lo tanto con menos responsabilidad del cuidado familiar.

El modelo familiar europeo monogámico, dice la autora, ha constituido hasta hoy la forma dominante de estructura social tanto en Europa como en América Latina. Y tanto en la ciudad como en el campo se continúa transmitiendo hasta hoy la norma del matrimonio monógamo y el compromiso de casamiento. En la ciudad, el modelo familiar asegura los logros sociales y económicos. En el campo, los hijos conforman la fuerza de trabajo. La familia funciona como una organización social confiable y en la cual, dice Rott, se tiene una pretensión moral. No obstante, en algunas sociedades urbanas actuales, por ejemplo en Berlín, se viene dando la posibilidad de uniones libres y de estructuras sociales ajenas a la familia. Esto es posible, dice la autora, porque existen otras posibilidades de seguridad social y por lo tanto de sobrevivencia.

Desde la perspectiva de género, la estructura familiar se analiza tomando en cuenta otras problemáticas. La idea central de Rott es que más allá de haberse creado una sociedad matrilinear o matrifocal se ha creado un eje de responsabilidad de la mujer hacia los hijos y los ancianos. Esto implica que la mujer se siente culturalmente mucho más comprometida que el hombre de hacerse cargo de la estructura familiar y del espacio del hogar.

En cuanto a las ventajas para la situación social del hombre, Rott señala dos aspectos. Por un lado, se creó la píldora anticonceptiva para la mujer desde los años 1960. Sin embargo, aunque esto ayudó a la calculación y planificación de las posibilidades y condiciones de vida para los hijos, le generó a las mujeres, sobre todo los primeros años, grandes temores de seguridad y salud. Se supo, dice la autora, que se había podido haber creado también un anticonceptivo para los hombres. Por otra parte, los hombres están moralmente absueltos más que las mujeres, en el caso de abandono del hogar y responsabilidad para con los hijos y ancianos. La mujer sufre mayores reproches sociales si deja el ámbito familiar y del hogar.

Los aspectos mencionados contemplan diferencias en cuanto a las múltiples estructuras familiares que pueden existir en las distintas sociedades. Sin embargo, Rott deja abierto otro campo de estudio para tratar las estructuras familiares y es el que tiene que ver con las bases materiales diversas que se dan en estas estructuras.

En la obra de Rott el feminismo se establece como perspectiva en la medida en que la autora considera el lugar de las mujeres y su posición social discriminada en una determinada sociedad. En su obra, la perspectiva feminista proporciona un tipo de análisis que ayuda a comprender la situación de las mujeres en áreas sociales generales como las de trabajo, estructuras del mercado laboral y relaciones laborales, o estructuras familiares. 

El feminismo como activismo político viene con la exigencia de cambios y petición de derechos. En el caso de Rott, sus mayores logros como feminista se han dado sobre todo en el ámbito universitario, a través de su participación en la creación de grupos de mujeres (mujeres del tercer mundo), promoviendo proyectos para el fomento de la mujer y apoyando el otorgamiento de cátedras y puestos de trabajo para otras mujeres. En Alemania, en la década de los años 1980, la presencia, posicionamiento y ocupación de lugares se condujo bajo el nombre de “cuota femenina”.

Desde la perspectiva histórica, Rott ubica la entrada del feminismo en este país a finales de los años 1970 y comienzos de los 80. En 1977, por ejemplo, se creó en Berlín la primera universidad de mujeres y, para esa fecha, ya se había dado un aumento paulatino de estudiantes mujeres en las distintas carreras. Para este momento, dice la autora, el tema central era –como parte del debate sobre lo público y lo privado–, el del trabajo doméstico. Sin embargo, el feminismo en Alemania no fue lo que definitivamente encausó a Rott dentro de esta corriente, sino más bien sus experiencia en América Latina e India.

Rott señala situaciones de la mujer que le causaron un gran impacto, por ejemplo, la alta privación de derechos, la gran falta de protección en los espacios de trabajo o frente a delitos sexuales –violación o violencia doméstica–, y frente a políticas poblacionales violentas. Con respecto al último punto, Rott recuerda el caso ocurrido en India entre los años 1972 y 1973. Por esos años, se llevó a cabo una gran campaña de control natal, en la cual muchas mujeres fueron esterilizadas clandestinamente. Otras políticas poblacionales de esterilización se dieron también en países como Brasil, donde las estadísticas mostraron que el porcentaje más alto de esterilizaciones se dio dentro del grupo de mujeres negras.

Otro tema de investigación que introduce a Rott en las problemáticas de género es el de las situaciones laborales y mercado laboral. Cuando la autora se decide a estudiar los sindicatos percibe de inmediato la falta de derechos para la mujer en el espacio de trabajo, el exceso de obligaciones naturalizadas y de carga sin poder de decisión, que Rott llama feminización del trabajo y las muy pocas posibilidades de ascenso laboral. Los sindicatos que defendían a los trabajadores, dice Rott, eran controlados exclusivamente por hombres y en ellos no se atendían las demandas de las mujeres. Las condiciones de ascenso laboral se daban bajo clásulas muy poco favorables para la situación de las mujeres, que debían cumplir además con otras obligaciones como la atención del hogar y el cuidado de la familia.

En el caso del Brasil, Rott señala la importancia que los movimientos de base tuvieron para mejorar la situación de las mujeres, de sus condiciones de vida y las necesidades de su familia, como en el acceso a la escuela, a estaciones de ómnibus y al agua. A nivel de los barrios y en alianza con la iglesia católica y el movimiento de la teología de la liberación se dieron cambios para las mujeres en un marco de movimientos sociales y de base en general. Un área todavía más trascendental para el cambio de la situación de las mujeres en las sociedades fue en el tema de la sexualidad, en donde debido a escándalos y violencia cometida contra la mujer se comenzaron a confrontar las leyes desfavorables para la mujer de las distintas constituciones.

En un sentido conceptual, Rott establece ciertas críticas a un feminismo que llama feminismo utópico, por pensar a las mujeres en el desarrollo de una fuerza propia y autónoma sin la consideración de su pertenencia étnica, a clases y estratos. En esta dirección coloca el ejemplo de la activista negra Ángela Davis, quien tiene que defender su situación no sólo como mujer, sino también como negra. También en esta línea de pensar un feminismo utópico, Rott cuestiona aquellos planteamientos que colocan a la mujer en un plano de inocencia o los que abogan por esencialismos en la condición femenina como el no autoritarismo o la no violencia.

Las mujeres no siempre han defendido la paz, tampoco han impedido el autoritarismo. Aquí señala el papel que las mujeres tuvieron en el tercer Reich o el papel de mujeres gobernantes como el de la primera ministra inglesa Margaret Tatcher. En la entrevista, Rott cuestiona entonces las posiciones que hacen creer que las mujeres no ejercen posiciones autoritarias o de violencia, sin embargo, por otro lado, Rott marca la diferencia entre los hombres y las mujeres, sugiriendo que las mujeres piensan de una manera distinta que los hombres. En el debate feminista todavía están por dilucidarse aspectos que se atienden bajo la dicotomía: feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia, como las formas de pensar del hombre y de la mujer.

La feminización del trabajo es un concepto que para Rott se relaciona  con la feminización de la pobreza, es decir, con la costumbre y naturalización de una vida llena de sobre cargas y miserias sin la posibilidad remota de visualización o planificación de un cambio. Estos conceptos en Rott intentan mostrar las situaciones desfavorables de vida que se reproducen como formas naturalizadas dadas por dios o socialmente. Vidas que siguen dictaminaciones y que practican conductas dadas de antemano.

En América Latina, dice Rott, la feminización del trabajo y de la pobreza son conceptos que ponen en evidencia el estilo de vida de muchas mujeres que deben asumir sobre cargas de trabajo sin el poder de decisión y sin las condiciones apropiadas. Las mujeres, por ser mujeres, reciben un sueldo menor que el de los hombres, que en muchos casos ni siquiera alcanza para adquirir la canasta básica de alimentación.

A esta vida de trabajo desfavorable, se le suman otras cargas cotidianas como la responsabilidad de la familia y el cuidado del hogar. Las mujeres están a cargo, por lo general, del cuidado de los niños y ancianos, de comprar y hacer la comida, de cuidar a los miembros de la familia que se enferman, de responsabilizarse por el lavado y planchado de la ropa. Entonces, a las horas de trabajo en la calle se le suman las horas de trabajo en la casa, trabajo que debe ser realizado con la misma dedicación y cumpliendo altas exigencias y expectativas de los miembros de la familia. El concepto de “feminización” lleva una connotación negativa en este caso, pues parte de la construcción cultural de género que no ha sido definido en condiciones de igualdad por la sociedad patriarcal. En esta sociedad, el hombre ha dominado y subordinado a la mujer.

Los conceptos de mujer, de género femenino o la propia condición femenina que parten de la sociedad patriarcal construyen en consecuencia ideas negativas de mujer y género, así como representan a la mujer en situaciones desfavorables e indeseables para los otros miembros de una sociedad. Por lo tanto, la idea de feminización del trabajo y feminización de la pobreza son formas de pensamiento crítico que intentan señalar la permanencia de estilos de vida creados por sociedades desiguales y asimétricas, estilos que no han podido elegirse y que parecen naturales e inmodificables. Para entender la situación de la mujer, dice la autora, hay que entender lo que significa no tener otras posibilidades de libertad de acción.

Con este concepto la autora se refiere a los mecanismos de legitimación producidos por las distintas sociedades. En el caso del género, Rott apunta al papel de organismos internacionales los cuales han proporcionado mecanismos de legitimación para mejorar las condiciones desfavorables de la vida de las mujeres. En contraparte, Rott ha mencionado como consultora de las políticas de desarrollo llevadas a cabo en los países del tercer mundo, que en muchos casos, estas políticas no han considerado las demandas de las mujeres y las transformaciones de la sociedad gracias a estas demandas, como parte del concepto de desarrollo.

La problemática femenina, dice la autora, ha sido institucionalizada en Europa Occidental y también en organizaciones internacionales como las Naciones Unidas. Estos organismos establecieron por un lado, un imaginario de la opinión pública, por el otro, aplicaciones en la práctica en la forma de políticas de desarrollo. En los años setenta, por ejemplo, no existían todavía mujeres en posiciones directivas. En este campo de derechos laborales para las mujeres jugó un papel determinante en Europa Occidental la creación de la OIT (oficina del trabajo en Ginebra), que desde los años ochenta, saliendo de la tradición europea, fue la primera organización internacional que consideró fuertemente a las mujeres.

No obstante, el mayor impacto de esta institucionalización de la problemática femenina la han tenido, según Rott, las décadas mundiales de la mujer, que se establecieron por primera vez en México, en el año 1975. A estos encuentros asistían delegaciones políticas y miembros de distintas organizaciones no gubernamentales (ONGs). Por ejemplo, Rott menciona que fue crucial el trabajo de lobby que se hizo en los años ochenta para que siguiera en la agenda de discusión el tema de las políticas poblacionales. Como consecuencia de las conferencias mundiales de la mujer muchos gobiernos crearon los ministerios de la mujer. Estas organizaciones oficiales generaron un estrato de representantes femeninas y también un nuevo mercado de trabajo de tipo intelectual y político.

Rott apunta numerosas veces a la cuestión de la retórica y la práctica. En comparación al imaginario de opinión pública que se ha generado a partir de las organizaciones internacionales, los Estados, a través de las leyes, van modificando las concepciones sociales, pero sin que esto corresponda a un cambio directo en la vida. En el caso de América latina, dice Rott, la retórica está ampliamente generalizada. Las constituciones son casi perfectas y a estas alturas casi todas ellas han trabajado ya sobre los artículos discriminatorios frente a la mujer.

La institucionalización comprende por lo tanto varias formas de mecanismos de legitimación social que incluyen no sólo cambios en las agendas económicas y políticas, o cambios conceptuales donde se modifica –el caso de las constitucionaes y leyes–, lo moral, es decir aquello que debe ser considerado bueno o malo por una sociedad, sino procesos de negociación entre las distintas instancias de poder. Para que se establezcan cambios de mentalidades y prioridades sociales, todo depende, dice Rott, de la capacidad de imposición de ciertos actores que tienen acceso a recursos sin importar de que tipo, intelectual, mental, financiero, o que cuentan con contactos dentro de un partido, en una empresa o en los medios de comunicación masiva.

Lo público y lo privado fue el gran eslogan del movimiento feminista que surgió a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta. Al debate de lo público y lo privado le acompañó el debate de lo doméstico, la sexualidad y, principalmente, el carácter de las relaciones humanas. El aspecto que Rott añade como positivo a este debate es el hecho de que las relaciones humanas estaban dominadas por relaciones de poder. Lo privado, dice la autora, era un lugar donde se practicaba mucha violencia, mucha subordinación, mucha dominación.

La revalorización de lo doméstico como un lugar de trabajo no consistió para la autora en transformar todo trabajo de reputación en trabajo salarial, sino en apuntar la indiferencia y falta de valoración de la sociedad al tiempo invertido en las tareas del hogar y el cuidado de los miembros de la familia.

Otro aspecto de lo público y lo privado lo aborda Rott en las formas de aparición pública tanto de los hombres como de las mujeres. Rott observa que desde hace algunos años se ve a los hombres más a cargo de los hijos y sentados en los bancos de los parques y las plazas. Para la mujer, un cambio de presencia en el espacio público se dio hace un par de décadas en la posibilidad de estudiar, usar pantalones, así como poder andar en el espacio público sin la protección de los hombres.

Se entiende por participación social a aquellas iniciativas sociales en las que las personas toman parte consciente en un espacio, posicionándose y sumándose a ciertos grupos para llevar a cabo determinadas causas que dependen para su realización en la práctica, del manejo de estructuras sociales de poder. La participación se entiende hoy como una posibilidad de configuración de nuevos espacios sociales o como la inclusión de actores sociales en los movimientos sociales, en organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, o como la presencia en la esfera pública para reclamar situaciones o demandar cambios.

Dentro de las formas de participación, los protagonistas en América Latina, sobre todo en los años 1980, fueron los movimientos sociales. Sin embargo, en la actualidad, según la perspectiva de Rott que ella expresa como unadeclaración realista, el tiempo de auge de los movimientos sociales ya finalizó. Una de las causas de este cambio, Rott la observa en el caso del Brasil. En este país, los movimientos fueron absorbidos por un partido que les posibilitó otros canales de articulación. Muchos dirigentes de los movimientos sociales y ONGs fueron incluidos en el Partido de los Trabajadores (PT). Y cuando los partidos, dice la autora, en el tercer mundo o América Latina, están obligados a autofinanciarse, la tentación de dejarse pagar para obtener posiciones o ganarse ayudas voluntarias, es muy grande. Por lo tanto, los integrantes de los movimientos sociales que son incluidos dentro de los partidos políticos deben dejar en cierta medida muchas de sus causas en la medida en que el partido lo considere.

Un segundo tipo de participación social se da en las organizaciones no gubernamentales (ONGs). Rott las presenta primordialmente dentro de un enfoque económico, pues las organizaciones no gubernamentales están determinadas por un pensamiento competitivo en el concurso por recursos. Por lo tanto, las ONGs no necesariamente actúan en la línea de la resistencia social, sino que por el contrario pueden extender concepciones sociales hegemónicas. La búsqueda de recursos lleva, dice la autora, a un “political correctness”, en la medida en que los buscadores de recursos se tienen que dejar absorber por las ideologías de quienes proporcionan los recursos.

Otro tipo de participación se ha dado en América Latina con la creación de asociaciones de vecinos. Las mujeres en los barrios, en la mayoría de los casos, se han organizado creando este tipo de asociaciones. En cuanto a la participación de las mujeres, Rott señala algunos momentos, como los grupos creados en alianza con las iglesias durante las dictaduras, o la aparición en la esfera pública de las madres de los desaparecidos y torturados en las dictaduras pidiendo justicia. El caso más impactante fue el de las Madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires.

Rott añade un punto de interés para el caso de la participación femenina en la sociedad patriarcal. Para ella, el hecho de que los militares y dirigentes de las dictaduras permitieran una cierta participación de las mujeres tiene que ver con un rol inculcado por milenios en el que a las mujeres se les permite llorar en público y llevar luto por los muertos. En el caso de las Madres de la Plaza de Mayo, las mujeres hicieron uso de su rol tradicional de madre, exigiendo justicia por la desaparición de sus hijos y la desintegración de sus estructuras familiares. Este pronunciamiento de las mujeres como madres le regresó a la sociedad la dimensión de la importancia para la vida de las personas de las estructuras sentimentales adyacentes a los vínculos familiares.

Rott hace referencia a diversas clases de políticas entre las que se encuentran las políticas de desarrollo, las políticas poblacionales, políticas de la sexualidad y de género o las políticas universitarias.

A través de las políticas de desarrollo, instituciones como el Banco Mundial o los organismos encargados del desarrollo por medio de la cooperación económica (de acuerdo con la definición de la Realpolitik), como la Agencia alemana de desarrollo, financian, planifican y ejecutan megaproyectos infraestructurales y estructurales en los llamados países pobres o del tercer mundo. La ejecución de estos proyectos para los países del tercer mundo (término con el que Rott está en desacuerdo) implica la expansión económica y de intereses nacionales de los países desde los cuales se gestiona esta política. De acuerdo a los últimas cifras dadas por las Naciones Unidas, las políticas de desarrollo tienen un presupuesto de 80 millones de dólares, mientras que el presupuesto armamentista se lleva un billón de dólares.

Rott ha sido consultora y evaluadora de una serie de proyectos de desarrollo. Hasta hoy su balance es que no existe una política perfecta de desarrollo, por razones de gestión, en primer lugar, las postulaciones tienen un periodo de espera por la aceptación muy largo, de aproximadamente 3 años. En esta espera se dan cambios en las prioridades. Luego, los proyectos se ejecutan en periodos cortos, lo que imposiblita cambios profundos en las estructuras. Por otra parte, a nivel conceptual, se tiene que prometer la emancipación de la humanidad, de las mujeres, de los pobres, sabiendo que en muchos casos, estos cambios no se van a dar. Esto lo llama irónicamente Rott “la lírica de los proyectos”. Las políticas de desarrollo no deben ser vistas de forma aislada, pues los intereses de los organismos financiadores no participan de forma aislada. Las políticas de desarrollo, para la autora, sólo pueden ser hoy un pequeño correctivo.

Una de las luchas feministas ha sido combatir las políticas poblaciones que fueron llevadas a cabo en algunos países. Estas políticas han consistido en controlar los nacimientos y el carácter de los grupos sociales de forma clandestina y muchas veces estableciendo acciones violentas como las campañas de esterilización clandestina. Aquí Rott menciona el caso de la India de los años 1972 y 1973 y las campañas de esterilización que se han llevado a cabo por ejemplo en el Brasil con trasfondos racistas.

Otro tipo de políticas son las políticas sexuales en las que Rott reconoce un logro para la situación de las mujeres. La última conferencia mundial de mujeres fue muy importante, dice la autora, pues puso muchas cláusulas con formulaciones acentuando la igualdad de género en el terreno de la sexualidad.

En cuanto a las políticas universitarias una parte de estas políticas la ha asumido el movimiento feminista. Los cambios en los ámbitos universitarios han consistido desde el punto de vista del género en la aplicación de la llamada “cuota femenina”, implementada en Alemania a partir de los años ochenta, es decir en la inclusión de estudiantes mujeres en las distintas carreras en igualdad de oportunidades que los hombres, así como en la posiblidad de obtener puestos de trabajo, cátedras y ascensos académicos, así como cargos directivos y administrativos.

Es un concepto o perspectiva que Rott usa de forma central para indicar las diferencias entre la retórica, la lírica de los proyectos, la constitución, el mundo de los libros y las realidades o mundos de la vida, la práctica, los espacios, en los que se debaten las tesis y las teorías. La connotación de realismo en Rott tiene que ver con una visión peculiar del mundo. Este mundo o esta parte del mundo que ella denomina “realista” representa la idea de conflicto permanente y de una escasa posibilidad de resolución de estos conflictos: “No hay un mundo sin violencia y no hay un mundo sin conflicto en tiempo previsible”.

Por ejemplo, cuando hace mención a las políticas de desarrollo, Rott informa sobre las últimas estadísticas emitidas por las Naciones Unidas en donde las ayudas al desarrollo ocupan un lugar secundario al de la industria armamentística. De esto Rott deduce como “reflexión realista del mundo” que el aumento de conflictos y guerras producidas se redujo apenas y que no se van a reducir en el futuro inmediato. A este concepto de realismo se contrapone el de utopía feminista. A través de la utopía feminista Rott expresa una crítica a un feminismo que separa a la mujer de los conflictos étnicos de clase o estrato social. Asimismo, hay un sentido utópico en la visión de la mujer que la ve como persona no-autoritaria o pacifista. Rott está en desacuerdo con estas concepciones de la mujer.

La noción de realismo es usada también por Rott para expresar una preocupación científica e intelectual de no asumir de una manera ciega lo encontrado en los libros: “siempre me preocupé por un acercamiento a la realidad”, “siempre intenté ejercitarme, por así decirlo, con ejemplos reales”. En esta dirección, Rott hace mención a la aplicación del concepto de “fascismo” europeo a las dictaduras del Cono Sur.

Al igual que las estructuras familiares, las estructuras de trabajo ponen en evidencia múltiples mecanismos de dominación. Dentro del tema del trabajo, Rott se ha concentrado en estudiar sobre todo el lugar de las mujeres en cuanto a las estructuras del mercado laboral y relaciones laborales. Desde los años setenta, las perspectivas sociales de la mujer cambian a raíz de los movimientos sociales y feministas. Las políticas de género en el sector laboral demandan cambios por la igualdad de ofertas de trabajo para hombres y mujeres, igualdad de salarios, igualdad de derechos y condiciones laborales, así como la consideración de la maternidad y el cuidado de los hijos en sus primeros años.

En el ámbito del trabajo, en los sectores formales, primarios o industriales, las mujeres carecían de derechos. La mujer no podía participar del ascenso laboral antes de los años setenta, pues solamente, dice la autora, se podía ascender en el marco de las condiciones primarias del mercado laboral y de la organización social vinculada a éstas, o sea a través de la representación de los sindicatos, relaciones laborales en las empresas y las leyes laborales en general. Rott realiza su primera gran investigación empírica sobre la situación de mujeres en el proceso laboral durante su estadía en Brasil, entre los años 1979 y 1981. Irónicamente, Rott estuvo obligada a cambiar su investigación a la situación de la mujer en las fábricas textiles, por el veto que le prohibía estudiar sindicatos en tiempos de la dictadura militar.

Como parte del estudio de la situación laboral de las mujeres en una parte del sector formal o industrial, conformado por las industrias textiles, de confección, también por las industrias del tabaco, Rott señala que se fue perfilando la llamada “aptitud laboral femenina” que indicaba que las mujeres eran preferidas para ciertos trabajos que tenían que ver con su habilidad manual. Sin embargo, con el avance de la industrialización, y con el montaje de otros sectores productivos el porcentaje de trabajadores hombres fue aumentando y luego se formaron también, dice la autora, obreros más calificados y con mejor formación. Las mujeres quedaron fuera. Sin embargo, aunque la presencia de la mujer ha ido aumentado poco a poco en el sector formal, es en el sector informal que incluye los servicios y el trabajo doméstico, sobre todo en América Latina, donde la mujer ha ocupado un lugar determinante.

No obstante, Rott señala las desventajas y situaciones desfavorables de las mujeres a través de conceptos como feminización del trabajo y la pobreza que muestran como las mujeres se van sobrecargando y aceptando situaciones de explotación laboral fuera y dentro del hogar. Rott señala como las mujeres de la clase media invierten lo que ganan primeramente en la manutención de la familia, en la alimentación, en la educación de los niños, en el cuidado de los ancianos y enfermos, por una imposición cultural de cargar con la responsabilidad del hogar y la familia, mientras que los hombres, gracias a privilegios históricos, tienen la libertad de acción social y económica, lo que les permite invertir su tiempo libre en actividades que no tienen que ver en la mayoría de los casos con el cuidado y atención de la familia.

Rott llama utopía feminista a la idea de la constitución de un campo propio y autónomo para las mujeres, sin la consideración de las percepciones reales de las estructuras sociales, es decir, de normativas como las de la clase, etnicidad, cultura o religión. Para la autora todos estos aspectos están imbricados. Las mujeres siempre, según Rott, están vinculadas a su pertenencia étnica, a clases y estratos. Por otra parte, el carácter utópico del feminismo sería en algo positivo, al presentar una posibilidad de transformación del mundo.

Otro rasgo utópico en Rott, tiene que ver con lo que ella llama “pequeña utopía”, el hecho de que las mujeres tienden menos a la violencia directa. La opinión de Rott es que cuando las mujeres actúan en el aparato político no hacen necesariamente una política de relevancia para mujeres ni tampoco ausente de violencia. Para Rott, este fue el caso de la práctica política de las Sra. Thatcher, quien actuaba “fríamente” como “socióloga política realista”. Como contraparte de una práctica política como la de la Sra. Thatcher, dice Rott, queda la gran utopía de que hay un mundo sin violencia asociado a la idea de que si las mujeres estuvieran en el poder, se experimentaría una sociedad más armónica o de mayor lealtad. Rott no está de acuerdo con esta idea.

Para esta autora las luchas feministas estarían relacionadas no a la producción de ideas esencialistas o fundamentalistas que definen a la mujer de una forma determinada, sino a la lucha que busca mejorar las condiciones de vida de las mujeres, de tornarlas más conscientes de sus derechos para que ellas puedan exigir una mejor formación, mejores posibilidades en el mercado laboral, o disponer libremente sobres sus cuerpos, espíritu y corazón. Una de las luchas feministas es por lo tanto lograr reducir cada vez más su dependencia y aumentar la posibilidad de poder actuar con mayor libertad y poder de decisión. Para Rott, a las mujeres se les dificultaría mucho conseguir este mínimo de libertad de acción en lo público y lo privado, si no pueden alcanzar un mínimo de independencia material.

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