Para esta entrevista hemos leído algunas cosas sobre su biografía y hemos descubierto que a comienzos de los años 1960, específicamente en el año 1962, emprendió el primer viaje a América Latina, a Ecuador y a México. Luego, en 1964, inició sus estudios. ¿Qué la llevó en aquel entonces a estudiar ciencias sociales y a escoger como tema central América Latina?
¿En qué teorías o escuelas de la investigación feminista se orientó en ese tiempo?
¿Puedo preguntarle nuevamente por qué se decidió a trabajar con temas específicamente femeninos? ¿Cuándo fue la primera vez que se interesó por este tema?
Nuestro siguiente tema es el de la política universitaria. En el Lateinamerika-Institut, usted es muy conocida por su compromiso con la política universitaria. A comienzos de los años 1980, fue usted misma, una de la primeras mujeres que obtuvo una cátedra universitaria. Además, se comprometió fuertemente con el apoyo y fomento de otras académicas. ¿Qué tipo de resistencia enfrentó y cuáles fueron las confrontaciones con otras científicas, que tal vez tenían otras ideas sobre políticas feministas?
¿Podría decir quizás algo más con respecto al concepto clave: “cuota femenina”?
A comienzos de los año 1980 se formaron grupos de trabajo en el LAI, como por ejemplo: “mujeres del tercer mundo”, en los cuales usted tuvo una participación determinante. ¿Qué motivaciones y objetivos perseguían estos grupos y cómo es que llegaron a transformarse en centro de información y ayuda para estudiantes de diferentes disciplinas, las que no sólo investigaron América Latina, sino también, otras regiones no europeas?
En América Latina, usted investigó las relaciones laborales en el sector formal e informal, trabajó con política poblacional, movimientos sociales y formas de transformación política, considerando la investigación sobre mujeres. En ello, entró en contacto con estructuras sociales y principios de orden muy diversos. ¿Cómo valoraría el género en comparación con otros factores normativos como por ejemplo: clase, etnicidad, cultura y religión?
Otro tema importante en su trabajo es la política de desarrollo. A través de su trabajo como consultora para proyectos de desarrollo del ministerio de cooperación científica y desarrollo, ha llegado a muchas partes del mundo. Junto a Centroamérica y Sudamérica, visitó usted también –según nuestras informaciones– el Caribe, China y las islas de Cabo Verde. ¿Hasta que punto sus experiencias en la investigación sobre mujeres y género agudizaron su mirada para contextos de políticas de desarrollo?
Como consultora usted conoció tanto las realidades de la práctica en políticas de desarrollo como también sus principios teóricos-científicos. ¿Como juzga el abismo entre retórica y realidad de los conceptos de desarrollo y, según usted, a que nivel y con qué medidas se podría cerrar este abismo?
¿Se le ocurren ejemplos de proyectos de política de desarrollo que evaluaría como positivos?
Me gustaría ahora conectar esto con la unilateralidad de los proyectos de desarrollo que usted había mencionado. Usted habla frecuentemente de la invisibilidad de las mujeres en proyectos de desarrollo. A nivel teórico, se considera la situación de la mujer, a nivel práctico, en cambio, no se toca el aspecto género, en el sentido de una relación asimétrica entre hombre y mujer. ¿Cómo puede ser llevado a la práctica el empoderamiento “empowerment” de mujeres socialmente marginadas en América Latina y cómo pueden ser incorporados de mejor manera problemas de mujeres en proyectos de desarrollo?
¿Cuáles son los temas específicamente femeninos que, según su opinión, podrían ser considerados de mejor manera en la política de desarrollo?
Ahora entremos en un tema que usted misma ya mencionó. En conexión con procesos de desarrollo, usted se ocupó de la función de los sindicatos. ¿Qué rol juegan los sindicatos como posibilidad de participación política para mujeres y por qué es tan difícil para las mujeres en América latina organizarse en sindicatos?
¿Y cuáles son las razones que dificultan a las mujeres, en relación a los hombres, para organizarse en sindicatos tanto en el sector informal como en el formal?
¿Hasta qué punto piensa usted que el puesto de trabajo femenino sea algo que dificulta la organización sindical, o piensa también que precisamente lo que la dificulta son los intereses masculinos?
Exacto, a lo anterior volveremos más tarde. Usted utiliza el término “feminización del trabajo”. ¿Qué significa feminización del trabajo en América Latina? ¿Qué nos podemos imaginar concretamente?
Usted describe igualmente en sus textos que gran parte de los ingresos femeninos fluyen en la familia, mucho más que los de los hombres. ¿Qué trae esto consigo?
Calificadas inferiormente, aunque la tasa de empleo femenino aumenta continuamente, las mujeres son desplazadas de ramas en expansión de la industria y, al mismo tiempo, se llega a discriminaciones en contra del trabajo femenino remunerado. Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo abre posibilidades para una participación y organización política. ¿Cómo se ve esta posibilidad de participación y organización política femenina en América Latina?
Vamos ahora a nuestro próximo tema: formas familiares. Junto a las estructuras del mercado de trabajo usted describe este lugar como un lugar en donde las relaciones de género se cristalizan. ¿En qué se diferencian, por ejemplo, las familias en el Brasil de la pequeña familia alemana, muy difundida en la actualidad? ¿Qué estructuras sociales y sistemas de seguridad desconocidos para nosotros existen allá?
En el libro editado por usted e Ilse Lens, Trabajo femenino en procesos de desarrollo (Frauenarbeit im Entwicklungsprozeß, 1984), usted describe que las mujeres en el nordeste de Brasil desean un núcleo familiar estable, mientras el movimiento de mujeres de la clase media lo ve críticamente. ¿Cómo se explica las diferentes ideas de familia entre estos estratos sociales?
¿Cuáles son las razones por las que el movimiento de mujeres, conformado por las mujeres de la clase media, vea de forma crítica precisamente ese núcleo familiar?
Usted habla en sus textos también de la invisibilidad del trabajo femenino. El trabajo doméstico es hasta hoy rara vez calificado socialmente como trabajo importante. Estrechamente vinculado a eso están la división en lo privado y lo público; en el trabajo doméstico y el remunerado; en el trabajo reproductivo y el productivo. ¿Cómo puede ser superada la atribución de lo privado a la mujer y qué papel juegan los movimientos sociales, especialmente el movimiento de mujeres?
Sí, la pregunta es, ¿en que medida es posible superar la ubicación de la mujer en lo privado y qué papel juega el movimiento de mujeres en ello?
En 1988 entró la nueva constitución brasileña en vigencia, la cual debía mejorar decididamente la posición de las mujeres, ¿cómo valora usted, 17 años más tarde, las transformaciones reales a través de la constitución, especialmente en relación al papel de la mujer?
¿Usted piensa que la actuación de los movimientos sociales o estos cambios en la constitución en Brasil puedan transformar los estereotipos de las imágenes de los sexos en América Latina. Y en caso afirmativo, ¿qué efectos tendrían estos cambios en lo cotidiano?
Volvamos a lo privado y a la esfera personal. ¿Qué atribuciones existen aún hoy para el hombre y la mujer en América Latina?
Abordemos ahora el tema de su práctica de trabajo científico en América Latina. ¿Qué método de trabajo eligió para resaltar la relación entre los géneros? Y ¿qué dificultades encontró durante ese proceso?
Me gustaría volver a las relaciones de género. Tal vez nos puede contar algo sobre un trabajo suyo en el cual se haya confrontado de manera empírica con las relaciones de género, y que tuviera importancia para usted.
¿Qué papel juega aún hoy la investigación de género y el compromiso político con las mujeres?