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Violencia Epistémica

Hay un menú muy grande, dice la autora, de formas de invisibilizar. La violencia epistémica se constituye en una forma de ejercer poder simbólico. La violencia epistémica es un concepto que Belausteguigoitia toma de Gayatri Spivak, del artículo: Can the subaltern speak? (1988), y que consiste en: “la alteración, negación y en casos extremos como las colonizaciones, extinción de los significados de la vida cotidiana, jurídica y simbólica de individuos y grupos.” Estas formas de ninguneo, alteración de una experiencia o ausencia de mediación, traen como consecuencia silencios. (en: Belasteguigoitia, Descarados y deslenguadas: el cuerpo y la lengua india en los umbrales de la nación. Debate Feminista, año 12, vol. 24, 2001, págs. 237 y 238).

La violencia epistémica es una forma de invisibilizar al otro, expropiándolo de su posibilidad de representación: “La violencia se relaciona con la enmienda, la edición, el borrón y hasta el anulamiento tanto de los sistemas de simbolización, subjetivación y representación que el otro tiene de sí mismo, como de las formas concretas de representación y registro, memoria de su experiencia (…). La violencia epistémica se relaciona con la pregunta hecha por Edward Said “¿quién tiene permiso de narrar?”. (en: Belasteguigoitia, Descarados y deslenguadas, págs. 236 y 237).

El zapatismo utilizó primero una violencia física. Sin embargo, posteriormente, el zapatismo se centró en generar presencia en la esfera pública y en el envío de mensajes, a través de los discursos y los cuerpos. Las mujeres al poner su cuerpo vulnerable y sin armas en frente de los tanques, dice la autora, pudieron evidenciar el exceso de violencia del otro.

Belasteguigoitia, en el artículo “Descarados y deslenguadas”, nombra tres tipos de formas que podrían mostrar el exceso de violencia epistémica: las traducciones, las rajadas y las enmiendas. Los grados de violencia epistémica que estas formas podrían generar se relacionan con “las posibilidades de que el relato, evento o narración mediado –alterado para que pueda ser oído– sea o no reconocible para la población o sujeto representado.” (en: Belasteguigoitia, Descarados y deslenguadas, p. 238).