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Participación

La participación de las mujeres, en el caso del Perú, se puede comprender desde la perspectiva de Henríquez, teniendo en cuenta dos ámbitos principales: el surgimiento del movimiento amplio de mujeres de base y el feminismo. (2)

Alrededor de los años 1970, surgen movimientos de base en las comunidades vecinales de los barrios conformados sobre todo por jóvenes. De allí surgen las organizaciones masivas populares de mujeres. Las organizaciones vecinales “fueron las primeras organizaciones y en ese periodo de los jóvenes vecinales, participan muchas mujeres”. Posteriormente, se crean las organizaciones para la supervivencia y apoyo alimentario. En los años setenta, la organización de mujeres y la experiencia colectiva de mujeres es masiva tanto en clases medias como las clases populares: “En el mundo de las clases medias principalmente se fue pensando lo que significa la condición de la mujer, la necesidad de tener más presencia, más protagonismo. Hay un movimiento solidario internacional con los procesos de Argentina, o en Nicaragua, hay un movimiento latinoamericano de mujeres y hay un movimiento de base de mujeres.” (1)

Respecto del movimiento de mujeres, Henríquez observa varias etapas. Una inicial, como etapa de autoafirmación y cuestionamiento de cómo se ejercía la política: “hay, por un lado, una necesidad de redefinir qué significa la política para las mujeres y la capacidad de autonomía que puedan tener respecto de sus expectativas y de sus proyectos. Me parece que eso marca muy fuertemente la afirmación de ciertos espacios de autonomía y decisión.” En esta etapa, la prioridad de Henríquez es mirar a las mujeres como sujeto: “como un sujeto actuante, con capacidad de agencia, pero como expresión de un sujeto que forma parte de la creación de acciones, pero también de producción de conocimiento.” (2)

Entre los años ochenta se forman organizaciones feministas como Alimuper, Manuela Ramoso Flora Tristán: “Organizaciones feministas como Alimuper, que es una de las primeras que tiene muy localizado el tema del aborto, y hace oposición al tratamiento de la mujer como objeto, a la cosificación de la mujer, tiene una campaña ubicada en temas específicos”. Pero después vienen otras organizaciones como Manuela Ramosy Flora Tristán, que son de las dos más importantes organizaciones feministas en el Perú.” (2)

En esta segunda etapa, marcada por el feminismo, en el año 1982, se realiza en Lima, la Conferencia Latinoamericana de Mujeres, que pone mucho énfasis en la vivencia, en la experiencia como fuente de conocimiento. En este momento, el trabajo de Henríquez se dirige más a una línea que tiene más en cuenta la reflexión y el trabajo académico. La autora percibe un especie de encerramiento en el movimiento feminista de esos años, debido a esto, Henríquez se aproxima más a la academia y al trabajo político.

En cuanto a la participación política de las mujeres, Henríquez ubica dos campos. El de el Frente de Izquierda Unida y el del feminismo activamente político. En esta doble participación se da según la autora una tensión entre la esfera personal y la política. En el momento en que aparece el Frente crece a la par Sendero Luminoso, en esta etapa entran en tensión los temas de la vida cotidiana, los proyectos colectivos y el tema de las mujeres. Con la aparición de lo que Henríquez denomina un frente político amplio, existe a la vez, una tensión entre lo que la autora consideraba como trabajo político y lo que “el feminismo consideraba que había que trabajar autónomamente a diferencia de los partidos”. La autora se ubica aquí en lo que ella considera una posición minoritaria con relación a las expectativas que los movimientos específicamente feministas contemplaban: “Entonces, los años 80 son años de distancia con la experiencia del feminismo, desde mi punto de vista. Yo trabajaba más con los partidos y con el movimiento popular de mujeres. Entonces, el año 85 fue un año en que se vio esta contradicción, porque el feminismo a la vez que se distanciaba de partidos, nombró como delegadas a dos dirigentes feministas para candidatear en la lista de la izquierda donde yo estaba. Entonces, hubo evidencia de la contradicción.” (2)

Otro tema de debate proveniente del movimiento amplio de mujeres es el de la autonomía y el rompimiento del encierro doméstico. Las organizaciones de base de “vaso de leche” y “comedores” eran parte de los quehaceres domésticos en la comunidad: “Uno de los temas de debate –lo recuerdo mucho porque tuvimos un seminario en la Universidad Católica con Elizabeth Jelin y compartíamos una idea que iba contracorriente–, por un lado, las personas decían que la prolongación de lo doméstico no debería perpetuarse. Así que yo creo que ese debate de prolongación de lo doméstico, como reproduciendo la domesticidad, también fue superado por esta constatación, entonces, eso también obligó a redefinir y otorgar un valor social a esa prolongación de lo doméstico en lo comunal, como un reconocimiento social que en los años 1990 se otorgó a las mujeres.” (6)

Como analista y académica, Henríquez observa un “proceso de maduración y crecimiento del feminismo” que “se ha vuelto mucho más múltiple, con un reconocimiento de la diversidad, de lo que el año 80, 85 era. En América Latina, sobre todo, hay mucha más apertura y tolerancia del feminismo de lo que había en los 80. En los 80 había mucho más la tendencia a ser mucho más coordinado, con liderazgo más conocido, y ahora hay más reconocimiento de la diversidad, que es un poco donde yo actualmente me defino como una feminista del umbral. (2)

Por último, en los noventa, se institucionalizan los Estudios de Género. Con esto la participación de las mujeres, no sólo contempla la de las organizaciones populares y movimientos de base, o las de las esferas del feminismo político o cultural, sino también el ámbito académico y de institucionalización de los estudios de mujeres y de conflictos de género. Aquí se enlaza el trabajo particular de la autora con los aportes teóricos y las situaciones concretas que acontecen en su país. En este cruce la categoría de género se convierte en una categoría amplia que le permite construir un discurso crítico social. Henríquez expone que el activismo era mucho más intenso que la investigación. Así se proponía como forma de participación enraizar una mirada teórica, promoviendo los estudios sistemáticos, teniendo en cuenta la situación de la sociedad peruana: “atravesada por muchas desigualdades sociales, pero también étnicas y culturales”. Así los Estudios de Género proponen el punto de vista teórico como un campo de saber acumulativo en el que la teoría se nutre sistemáticamente a nivel internacional de todos los aportes teóricos producidos hasta el momento. En esta misma se reconocía el papel social de las mujeres “como soporte social e institucional”. (1)

A manera de resumen, el movimiento de mujeres contempla una etapa inicial como momento de autoafirmación y cuestionamiento de cómo se ejercía la política y del rol de las mujeres en una sociedad que había determinado los roles que las mujeres debían ejercer (2). Se construyen espacios de autonomía y decisión. Las mujeres debaten su condición de sujetos y de sujetos actuantes con capacidad de agencia. En los años 1980 se vuelve central el estudio de la vivencia y vida cotidiana de las mujeres. En este momento tiene lugar la Conferencia Latinoamericana de Mujeres, donde se conjugan la vivencia con la investigación y la teoría. Con relación al feminismo, existen entonces dos momentos. El primero, con relación a la reivindicación de las mujeres y a su lugar en la sociedad y la política, y el segundo, como movimiento crítico social, ubicado en una esfera de mayor diversidad.

Con los movimientos sociales que como señala la autora, “tienen como referente de identidad un ámbito territorial”, la comunidad se constituye en un determinado ámbito para recuperar una visión “política” (Henríquez 1991: 36), con esto, la “mujer encuentra así un espacio de inserción político no en el mundo de las grandes decisiones y de las élites nacionales, sino en el de la comunidad que concilia su vida diaria con sus problemas, y en el de los liderazgos intermedios. En este espacio que la mujer recupera en cierto modo su “ciudadanía social”, y, aunque todavía seguirá siendo una ciudadanía de segunda categoría, aquí toma la palabra y el liderazgo. Y, es en este mismo espacio en el que incide la violencia, reencontrándose la tradicional modalidad de violencia doméstica con la represión del estado, la intimidación y, el terror, y la violación de los derechos humanos.” (Henríquez 1991: 36)

Por su parte, las ONGs, “inicialmente orientadas también a la educación popular, hoy tienen nuevas exigencias en el campo de la educación ciudadana y los derechos económicos y sociales (…) han puesto en marcha programas y proyectos, por lo general, a escala local. Estos esfuerzos, inicialmente dispersos, fueron articulados en redes nacionales o regionales que les permitió compartir experiencias y metodologías. Las ONGs que trabajan con mujeres se han multiplicado en las últimas décadas y han apartado a la promoción de oportunidades para las mujeres en generación de ingresos, microcrédito, talleres, etc. Aunque sus impactos son modestos, han proporcionado metodologías innovadoras que algunos Estados han incorporados a sus programas y políticas. Las propuestas que surgen de las ONGs de mujeres y de las organizaciones feministas han ocupado un lugar relevante en interlocución con el Estado, que no ha estado libre de tensiones. (Henríquez 2003: 51)

En cuanto a la creación de organizaciones sindicales, organizaciones de base, o de gestión municipal, la participación de las mujeres ha incidido “en programas concretos sobre seguridad ciudadana y no violencia contra las mujeres.” (p. 51). Con respecto a la creación de los Ministerios de la mujer, Henríquez señala que aún “no están definidas las competencias en el campo de derechos económicos y sociales, lo cual requeriría un desarrollo de miradas transversales de género.” (ibidem)

En el campo de las políticas públicas, la sociedad civil y las mujeres, indica la autora, “son un semillero de energías desplegadas, desde la maquila a la microempresa, la economía de cuidado y del activismo a favor de los derechos.” En materia de derechos, sin embargo, sigue subsistiendo el racismo y el sexismo.

Para Henríquez, por último, teniendo en cuenta el caso del Perú, a pesar de encontrarse “frente a un panorama de una sociedad muy desestructurada, con mucha vulnerabilidad social, con un elitismo que se ha vuelto a reconstituir”, existen todavía “sujetos críticos y autónomos”, esto que la autora denomina “masa crítica” que incluye el feminismo democrático y el movimiento amplio de mujeres: “Cómo ha habido tanta pobreza, tanta vulnerabilidad, tanto clientelismo; pues uno diría, todos nos hemos vuelto vulnerables y manipulables, pero felizmente persisten algunas capacidades críticas (…). Hay fuerzas regresivas y progresivas. Felizmente hay algunas progresivas.” Para Henríquez, un momento relevante de la participación femenina, es lo que observa como una fuerza progresiva y que tiene que ver con el aprendizaje de derechos de parte de las mujeres, que no constituye un proceso completado o generalizado, pero que sí constituye una lucha relacionada con la participación y el movimiento amplio de mujeres y que la autora ubica como un trabajo que sigue estando presente en el trabajo de los diversos sectores y actores sociales. (12)



Referencias bibliográficas


Narda Henríquez: Ciudadanía y derechos en una nueva Era: Los Derechos Económicos y Sociales de las mujeres como desafío. Lima, CLADES, 2003.


Narda Henríquez: Defendiendo la Vida en una Democracia por hacer, en: Narda Henríquez y Rosa María Alfaro (comps.): Mujeres, Violencia y Derechos Humanos. Madrid, IEPALA, 1991, p. 25-44.