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Lo familístico: Transcripción

Retomando el tema de la memoria. ¿Qué papel han jugado las mujeres dentro del movimiento de derechos humanos para reivindicar la memoria colectiva e histórica en Argentina?

E. J. – Bueno, es claro, que el emblema de movimientos de derechos humanos argentinos en el exterior son las madres. Pero el movimiento de derechos humanos es mucho más amplio y complejo que “las Madres de Plaza de Mayo”. Entonces hay un lugar emblemático y hay un lugar político que por un momento se juntan. Las mujeres han sido importantes en todos los campos del movimiento de derechos humanos. Como emblema, está la madre, la madre de desaparecidos o desaparecidas, el movimiento de abuelas que busca recuperar a los chicos secuestrados. En realidad, todo lo más emblemático del movimiento es que es muy “familístico”, muy centrado en vínculos de parentesco, pero además de parentesco sanguíneo: madre, abuela, después aparecen hijos y ahora últimamente un movimiento se llama hermanos o hermanas, o sea, siempre referido a vínculos sanguíneos. Hay poco lugar para otros vínculos de parentesco y otros vínculos de afinidad, por ejemplo, no hay movimiento de compañeras, esposas, amantes, tampoco hay un movimiento de compañeros de militancia, compañeras de militancia. Entonces ahí –y sabemos que cuando hubo algo simbólicamente en el mundo cultural se plantea como “familístico”–, quienes están a cargo de los temas de familia son los roles femeninos, entonces, aparece mucho más la clave “familística”, la clave femenina o la clave de mujeres, aparecen juntas.

Cuando uno mira la actividad del movimiento de derechos humanos hay mujeres y hay hombres, y sí hubo también, dentro del movimiento, una cierta diferencia clásica de género: los hombres haciendo más las presentaciones judiciales, siendo abogados, pidiendo habeas corpus y las mujeres más en esta otra función “familística”, aunque no ha sido tan fuerte. Hubo mujeres activas en ambos lados desde el inicio. Yo no diría que el movimiento de derechos humanos en Argentina es un movimiento de mujeres, no lo es. Aunque para afuera muchas veces aparece como si así fuera. Y creo que cuando lo vinculas con temas de memoria tienes las organizaciones de derechos humanos y la gente que reivindica y que pide memoria social, “memorialización social y pública”. Es la misma gente la que pide, o sea, que hay la misma cosa en Argentina que está bastante clara: que la mejor forma de memoria es la justicia, y eso está clarísimo. O sea, no es que hay, por un lado, todo lo simbólico, donde hacemos muchos actos de conmemoración y, por el otro lado, lo institucional. Lo que tiene de característico el movimiento de derechos humanos en la Argentina es que ha juntado ambos, y que no es que pueda separarse uno de otro. Las demandas de justicia van juntas con las demandas de conmemoración, de conmemoración pública.

 

Ya mencionaste que la familia juega un rol poderoso como fuerza política durante la dictadura. Escribes también que la familia era una metáfora poderosa en el discurso político de la dictadura. Analizas la contradicción que existe entre el hecho de que, por un lado, el estado propagaba la familia como “célula básica” de la nación y de la sociedad y, por el otro lado, intervenía en la privacidad y la intimidad de la familia. ¿Cómo se ha transformado el espacio familiar desde el fin de la dictadura?

E. J. – Sobre lo que yo estaba hablando era sobre el discurso de la dictadura, o sea, el uso de la metáfora familiar, de la gran familia argentina, de la familia militar, de los padres que tienen que cuidar a los hijos. O sea, hay un poderoso uso discursivo de las imágenes de familia en el discurso de la dictadura. El espejo de eso es que el movimiento de derechos humanos también se trasformó con un discurso “familístico” y con vínculos de familia. Entonces teníamos familia de ambos lados si se quiere.

¿En qué medida esto afectó las prácticas cotidianas hogareñas familiares argentinas? Es algo que es muy difícil para mí de investigar, digamos, yo no lo investigué. Entonces, hay gente que dice: “bueno, la gente tenía miedo”, sí, había mucho miedo. Entonces, ¿qué se hace con el miedo? Lo que se hace con el miedo es que se protege a los hijos. ¿Cómo se protege a los hijos? Algunos protegen a los hijos contándoles todo lo que pasa y diciéndole: “cuídate”, otros protegen a los hijos con el silencio, o sea, hay prácticas diversas. Y, ¿qué pasó con las transformaciones? Yo creo que las transformaciones en la vida familiar, en la organización familiar, son transformaciones seculares de más largo plazo que sí responden a los avatares políticos, pero corresponden a otras tendencias inclusive demográficas. ¿Qué ha pasado en la Argentina? Ha pasado igual que en todo el mundo –y no creo que tenga que ver mucho con la dictadura–. Si miramos las tendencias demográficas, aumentó en las últimas décadas, claramente, la proporción de gente que no se casa. O sea, el matrimonio es una institución, y eso no sé si se le puede atribuir a la dictadura. Yo no lo atribuiría a la dictadura. Hay como tendencias generales en estas cuestiones. La natalidad ya era baja (antes de la dictadura). Por otra parte, se sigue luchando mucho por el reconocimiento de derechos reproductivos. Hay que seguir luchando, luchando y luchando.

Argentina era un país –pero muy anterior, no tiene que ver con la dictadura–, sino con una presencia de políticas pro-natalistas e inclusive durante el gobierno pre-dictatorial peronista de prohibición de dar servicio de salud reproductiva en hospitales públicos, para dar una idea. Y eso afectó obviamente. ¿Qué significó?, significó más aborto clandestino de mujeres pobres, eso es lo que significó. Y seguimos con unas tasas de abortos y muerte materna por aborto clandestino altísimas, porque los servicios de salud reproductiva son muy malos y están muy marcados, y en este momento, en una ciudad tan moderna como Buenos Aires, el debate sobre si va a haber o no educación sexual en las escuelas todavía no ha pasado. Entonces, en términos de los temas de reproducción, la fuerza de la Iglesia Católica sigue siendo muy grande. Entonces hay como temas que poco tienen que ver, que importan y afectan de manera directa a las prácticas de las parejas y de las gentes en su vida cotidiana y que parece que no tienen una relación directa con la dictadura y los procesos post-dictatoriales. Sí, en la post-dictadura tuvimos la ley de divorcio que antes no teníamos, tuvimos igualdad jurídica de hijos e hijas extramatrimoniales, tuvimos patria potestad compartida de padre y madre. Antes la patria potestad era del padre. O sea, tuvimos avances legales como en varios puntos, pero en otros es muy duro. ¿Qué atribuir a herencias de la dictadura y qué atribuir a herencias mucho más viejas que tienen que ver con las fuerzas conservadoras, ideológicamente muy comprometidas y dispuestas a luchar para frenar cambios legales y cambios en práctica? Yo no lo sé, cómo se separa una de otra. En términos de prácticas de la familia, el análisis del discurso, es otra cosa, creo. Yo a veces les pregunto a los historiadores y a las historiadoras, cuando comparo el movimiento de derechos humanos argentino con el de los otros países del Cono Sur, y me encuentro con mucha más fuerza del “familismo” en Argentina que en los otros países: ¿De dónde viene esta presencia tan enorme y tan fuerte de una matriz “familística” en la cultura argentina. ¿Por qué en Chile no es así? No es que no hayan familiares de desaparecidos, pero no es el eje del movimiento. El eje del movimiento es más político y menos “familístico”, y esas son las preguntas de investigación que creo que todavía nos debemos mucho para poder investigar y contestar.

 

Por último, ¿nos podrías contar algo sobre tu proyecto de investigación sobre la migración en el Cono Sur?

E. J. – Yo llevo adelante, simultáneamente, varias líneas de trabajo. Diría que mi trabajo central más grande, más importante, ha sido sobre temas de memoria de la represión. Es un programa que abarca seis países que tienen un componente muy fuerte de formación de investigadores jóvenes (pasaron sesenta becarios de seis países, hay una red constituida; seguimos trabajando…). Han salido ya diez libros (o más de diez), pero diez en la serie de libros, faltan sólo dos de esa serie. Y, ahí, bueno, hay de todo, es como el eje central de mi trabajo que está muy ligado al análisis del movimiento de derechos humanos.

Al mismo tiempo, yo siempre sigo trabajando con temas de familia y he hecho varias cosas recientes vinculadas al tema de familia, en parte porque me parece que es casi un compromiso político en este momento en que hay tanto énfasis internacional, en una especie de vuelta a una noción natural de la familia, y no hay un debate internacional, cuando uno viene trabajando esto desde hace tanto tiempo, mostrando que no se puede hablar de la familia sino de las formas de familia, y que hay pensar en la multiplicidad de formas. Hay un back-clash en el mundo, en esto y, entonces, yo creo que tengo que estar ahí, y estoy haciendo muchas cosas, reuniones internacionales, pero más basado en las tendencias sobre temas vinculados a la familia en América Latina.

Y tenemos en el IDES un equipo de gente y un trabajo de investigación que tiene que ver básicamente con esta idea inicial de cómo las sociedades y las culturas acompañan, se adelantan, se atrasan, a procesos políticos y de economía política, de formación de regiones, en este caso MERCOSUR (www.ides.org.ar/index.jsp). Entonces, ese gran programa tenía tres grandes líneas de trabajo. Una línea de trabajo que era fronteras, que no la coordinaba yo, sino Alejandro Grimson, y entonces de ahí es donde salieron varios libros, se hizo varios trabajos sobre áreas de fronteras. Un segundo tema que sí trabajé yo, con gente en distintos países, fue sobre movimientos sociales, y hay un libro que se llama: Más allá de la nación, las múltiples escalas de los movimientos sociales (Véase E. Jelin (ed.), Más Allá de la Nación: Las Escalas Múltiples de los Movimientos Sociales. Buenos Aires, Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES)/Zorzal, 2003), tema sobre el que sigo trabajando, también sobre temas de movimientos sociales transnacionales. Y un tercer tema que tiene que ver con movimientos de gente y migraciones, con el que estamos cerrando este campo de trabajo. De hecho, hubo varios trabajos de investigación específica sobre los derechos de los inmigrantes de países limítrofes en Argentina. Hay, las instituciones del Estado que trabajan, promueven la discriminación, y las instituciones del Estado que reciben las demandas de los emigrantes cuando se sienten discriminados. O sea, todo el tema de los derechos de los emigrantes en Argentina.

Específicamente, hubo un proyecto que tuvo que ver con lo que pasa con los emigrantes y muchas de las emigrantes en el sistema de salud, ¿qué pasa con las bolivianas cuando llegan a un hospital en Argentina?, digamos, para ponerlo de manera más lúcida. Y, bueno, estos son algunos de los campos de trabajo y de investigación. Creo que en todos ellos siempre relacionados con una lógica de pensar constitución o procesos de construcción de ciudadanía, de sujetos individuales y colectivos con derechos, entonces pueden ser los emigrantes, pueden ser las mujeres, pueden ser las víctimas de derechos humanos. Pueden ser las formas de familia que no son aceptadas, pero que hay que luchar para que sí sean reconocidas y aceptadas y, bueno, digamos, mi trabajo, yo lo veo de distintas maneras alrededor de estos principios básicos de igualdad y diferencia. O sea, cómo reconocer diferencias y al mismo tiempo aceptar que necesitamos un umbral básico de humanidad. Y ese umbral básico de humanidad está en un principio de igualdad. Por ahí va mi trabajo y mi reflexión.