Utopía Feminista: Transcripción
En América Latina, usted investigó las relaciones laborales en el sector formal e informal, trabajó con política poblacional, movimientos sociales y formas de transformación política, considerando la investigación sobre mujeres. En ello, entró en contacto con estructuras sociales y principios de orden muy diversos. ¿Cómo valoraría el género en comparación con otros factores normativos como por ejemplo: clase, etnicidad, cultura y religión?
R. R. – Eso fue una teoría utópica, que el nuevo movimiento feminista joven, por decirlo así, el que las mujeres pudieran desarrollar una fuerza propia y autónoma. Nunca estuve muy de acuerdo con esa opinión. Porque siempre –y esas fueron sobre todo mis experiencias en la India y luego en Colombia, México y Brasil–, las mujeres están vinculadas de la misma manera a su pertenencia étnica, a clases y estratos. Y los teoremas que luego llegaron con bastante fuerza, en los años 1980, desde los Estados Unidos, eran para mí –tanto antes como ahora–, muy a menudo teorías académicas o teoremas, que –viéndolo de manera positiva– tenían un carácter utópico acerca de la transformación del mundo, pero a veces sin tomar en cuenta las percepciones reales de las estructuras sociales. Me acuerdo de una entrevista a Ángela Davis –que era una heroína del movimiento negro y también una mujer–, que cuando le preguntaron qué pensaba de ciertas perspectivas teóricas, dijo que en primer lugar ella argumentaba como mujer negra y no como feminista. A lo cual se sabe naturalmente que ella como mujer negra entre negros, tenía también grandes problemas. La discriminación como negra era más grande que la que sufrían las mujeres blancas de la clase media en el sector académico, (lo que aún hoy sigue siendo así).
¿Nos podría describir cómo repercuten, por ejemplo, la clase o la etnicidad, etc., en comparación con el género, en la vida cotidiana de las personas?
R. R. – Ambas son muy determinantes, sólo que el género es incambiable mientras que clase y etnicidad posibilitan transiciones.
¿Cuáles son los temas específicamente femeninos que, según su opinión, podrían ser considerados de mejor manera en la política de desarrollo?
R. R. – Bueno, primero algo positivo: un logro de la conferencia y mucho trabajo de lobby en los años 1980, fue que el tema sobre política poblacional no fuese desechado. Ahora es manejado infinitamente distinto en comparación con la práctica de los años 1970 y también de principios de los 80, aunque aquí juega también un papel la ironía de las circunstancias. Porque en la conferencia sobre población mundial de las Naciones Unidas, en los años 1970 aún, fueron los Estados Unidos los que presionaron por una política poblacional más estricta y vino luego el cambio de gobierno a favor del partido republicano. En 1984 en los Estados Unidos se optó por una contra-política de población debido a la influencia de círculos fundamentalistas, es decir, allí también jugó un papel importante la gran política. Lo que espero que no ocurra más, son esas campañas de esterilización como ocurrieron en la India. Por eso mencioné aquella experiencia a principios de los años 1970, en el norte de la India. Pues aún existen círculos dominantes que están a favor de aplicar políticas de poblamiento de manera más o menos encubierta. Existe un estudio hecho en Brasil, en los años 1980, el cual se muestra que curiosamente casi el 75 por ciento de las mujeres esterilizadas eran negras. Esto no puede ser una casualidad, sino que muestra naturalmente lo que aún es usado como parámetro de las acciones directivas. Pero hay cada vez más posibilidades de veto, mucho más control en ese sector. Y la última conferencia mundial de mujeres fue, en este caso, muy importante, pues puso muchas cláusulas con formulaciones apenas entendibles, acentuando la igualdad de género en ese complicado terreno, en ese controvertido terreno de la sexualidad. Aunque luego hubo alianzas extrañas entre Honduras, el Vaticano y tres países árabes que votaron en contra. No obstante, la mayoría de los países votaron a favor. Pero como dije, hay una expresión en los Estados Unidos que amo mucho y es “strange back fellows”. Hay alianzas muy extrañas que son posibles por razones ideológicas muy diversas.
Pero volviendo a su pregunta. el proyecto de desarrollo perfecto no existe, porque, primero, existe un problema para todas la ONGs, pero también para todos los proyectos de desarrollo, también los proyectos alemanes. Las postulaciones tienen un periodo de espera muy largo, aproximadamente de 3 años, hasta que un proyecto sea aprobado y llevado a la práctica. El clima político de un país puede haber cambiado totalmente y puede venir un monzón u ocurrir una catástrofe de carácter político o natural. Los proyectos son aprobados, además, primero, por un periodo corto. Pero para conseguir el dinero se tiene que conjurar la emancipación de la humanidad, la emancipación de las mujeres, o cualquier cosa. Y la duración del proyecto es en sí demasiado corta, esto vale para todos los proyectos de educación. Es decir, una calle se puede construir de emergencia, un puerto, un aeropuerto, cuando no ocurren grandes complicaciones, pero en relación con los proyectos educativos, se sabe que no se pueden cambiar mentalidades en 5 años. Y esto significa que los proyectos siempre llevan algo levemente lírico. Lo llamo algo irónicamente “la lírica de los proyectos”. Se tiene que hacer promesas que todos los involucrados en el fondo saben que no se van a cumplir. Pero se tiene que usar esa lírica en los proyectos para poder conseguir el financiamiento y además se deben usar palabras claves. Irónicamente todo esto se ha acelerado con el Internet y los nuevos medios, porque antes la comunicación era simplemente más difícil, no siempre se disponía de un teléfono. Ahora con el Internet se pueden sacar las palabras claves más nuevas. Y se pueden encontrar los conceptos de moda correctos que determinan el vocabulario. Igual si una ONG está en Amazona, en Corea o en el interior de la India, en el transcurso de 14 días... se descubre el área.
Me gustaría volver a las relaciones de género. Tal vez nos puede contar algo sobre un trabajo suyo en el cual se haya confrontado de manera empírica con las relaciones de género, y que tuviera importancia para usted.
R. R. – Siempre intenté ejercitarme, por así decirlo, con ejemplos reales. Por ejemplo, en las políticas para el control de la población, nadie nunca ha intentado repartir anticonceptivos a los hombres, pero a cambio se le ocasionó a la mujer mucho daño y miedo. En ello, se cumplió con toda la pre-etapa de píldoras de prueba y de hormonas en Colombia y el Caribe, sin que las mujeres supieran lo que estaba ocurriendo con ellas –aquella píldora que luego se usó en los países occidentales y que luego de los informes y las entrevistas que dio el inventor de la píldora anticonceptiva, se supo que podría ser de la misma manera posible desarrollar un anticonceptivo para hombres, sólo que la industria farmacéutica no tenía interés–. Bueno, eso fue una buena parte para entender la situación de la mujer, lo que significa quedar embarazada y no tener otras posibilidades, también por la absoluta prohibición del aborto. Luego están las relaciones laborales, en las que no creo que las mujeres consigan libertad de acción ni en lo público ni en lo privado, si no pueden alcanzar un mínimo de independencia material. Bueno, esto vale sobre todo para las mujeres pobres, las cuales se encuentran en una relación de dependencia mucho más grande. Y, además, bajo presión, pues al mismo tiempo tienen la responsabilidad frente a los ancianos, los enfermos y los niños.
En el fondo no se da…, bueno, no puedo nombrar ningún texto que haya leído –y naturalmente he leído muchos–, en el que las mujeres no estén siempre vinculadas por sus intereses, y sean dependientes de ciertos parámetros–. No obstante, existe la pequeña utopía. Y llamo pequeña utopía, al hecho de que se crea que las mujeres tienden menos a la violencia directa. Creo que cuando actúan en el aparato político, resbalan, y no estoy tan segura que lo que hagan sea una política de relevancia para mujeres, porque puede tratarse de un nicho más cuando pienso en una posible candidata a canciller que escuché ayer en la televisión, o cuando pienso en el caso de la Sra. Thatcher, que en aquel entonces estaba en Inglaterra. Allí no encontré su labor política necesariamente favorable para las mujeres. Sin embargo, pude entender como actuaba, fríamente, como socióloga política realista.
Entonces, ¿qué queda para las mujeres? La gran utopía. ¿La idea de que hay un mundo sin violencia? No hay mundo sin violencia y no hay un mundo sin conflicto en tiempo previsible. Aquí hay que preguntar cómo manejamos eso, pues no le puedo decir que soy una fundamentalista y pensar que si las mujeres estuvieran en el poder experimentaríamos una sociedad más armónica o de mayor lealtad, también sólo entre mujeres. Eso lo dijo ayer cierta editora de una cierta revista alemana sobre nuestra candidata a canciller, porque su secretaría de prensa y sus secretarías también tienen mujeres. Las mujeres desempeñan la posición desde décadas de ser la persona de confianza. Sin embargo espero, y no puedo contar con ello, que la posición de la mujer se mejore, que se tornen más conscientes, que sepan que tienen derecho a todo, a mejor formación, a mejores posibilidades en el mercado laboral, a la disposición sobres sus cuerpos, su espíritu y su corazón, para ponerme patética.