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Identidad

El concepto de identidad que Margo Glantz presenta en la entrevista gira en torno a la idea de una identidad cultural que no está vinculada a un Estado-nación, sino a las costumbres, las tradiciones, las experiencias, etc., que forman la identidad durante la infancia y de alguna manera permanecen y se desarrollan a lo largo de la vida. Al mismo tiempo, no se trata de una identidad cerrada sino de una negociada, en la cual pueden ubicarse diferentes experiencias de varias culturas.

Margo Glantz señala que la infancia juega un papel muy importante en la formación de identidades, y ella define su propia infancia como una infancia judía: “(...) de padres judíos, pero al mismo tiempo con tradiciones judías, con comida judía, con idiomas judíos, aunque yo no los aprendí - eso me mantuvo al margen también en alguna medida -, pero una infancia que está totalmente permeada del mundo mexicano y que conforma una identidad diferente” (Glantz entrevista). Es dentro de esa experiencia donde los dos mundos - el mundo judío en la casa, y el mundo mexicano afuera - se relacionan y donde se empieza a negociar la identidad, lo que permite que la autora - a pesar de que no hablaba yiddish sino español - perciba su infancia como ‘judía’. Esa experiencia[?] también demuestra que las identidades negociadas son marginales y que conforman una identidad diferente a la mayoría de la sociedad.

No obstante, no es solamente la infancia lo que define su identidad como una identidad judío-mexicana, ya que la autora revela que hasta hoy, su identificación con ciertos intelectuales judíos - como Benjamín, Mijail Sebastián y Paul Celan - es muy importante para su identidad judía. Estos autores tienen en común que eran judíos y que tenían no solo la experiencia del nazismo y del fascismo, sino también la de la diáspora: “(...) como decía también Jean Amerie o como decía el propio Primo Levi: Soy judío porque es una cosa de la que no puedo librarme porque soy judío, y ya. Pero al mismo tiempo soy lo que soy, soy rumano, soy mexicano, soy alemán y me identifico totalmente con esas tradiciones” (Glantz entrevista). Compartir la experiencia de la diáspora, de la memoria y de la marginalización en una sociedad explica la identificación de la autora con los conceptos de identidad de los autores judíos y con el judaísmo. Y sin embargo, aunque el judaísmo forma parte de la identidad de la autora, esto no significa que ella esté conforme con la comunidad judía en México o con las políticas del estado de Israel. Y es también en esos detalles en los que se expresa la ubicación de Glantz, entre los dos mundos a veces conflictivos, debido a lo cual hay una negociación persistente – o, como diría la autora: “no puedo dejar de ser judía: soy judía; pero también no puedo dejar de ser mexicana: soy mexicana. Y estoy feliz, bueno, no tan feliz, a veces hay problemas, pero es mi identidad” (Glantz entrevista). 

Finalmente, cabe recalcar que el concepto de identidad introducido por la autora en la entrevista vincula la experiencia de la diáspora, es decir, la identidad judía, con la experiencia en México, el país donde se crió. Así, Glantz separa su propio concepto de identidad, de aquél atado al lenguaje o a la nación, lo cual ella también expresa por medio de su crítica a la política del estado de Israel. Sin embargo, como señala la autora en la primera cita, las identidades negociadas siempre son “diferentes” o marginales dentro de la sociedad.