Mujeres como cabeza de hogar (maternidad y estructuras familiares)
Desde tiempos coloniales, la institución de la “familia” (en el sentido de familia patriarcal, compuesta por un padre que cumple la función de cabeza de hogar y una madre que permanece en casa cuidando a los hijos) tuvo un rol determinante en las sociedades latinoamericanas. Barbara Potthast analiza el fenómeno pronunciado en el que mujeres cumplían en muchas cosas el rol de cabeza de hogar, en contra de la norma hegemónica.
Potthast muestra que este fenómeno de mujeres como cabeza de hogar ya se producía desde los tiempos de la conquista; sobre todo en ciudades dónde había un grado de mestizaje más pronunciado y debido al control social y religioso de la Iglesia en zonas rurales y en misiones con poblaciones indígenas. Sin embargo, la jerarquía étnica de los tiempos coloniales, que resultó en una sociedad de castas, consolidó otras formas de relaciones extra-matrimoniales. El concubinato, que no era sancionado socialmente, resultaba una opción preferible para muchas mujeres al matrimonio porque no solo les permitía terminar una relación fácilmente, también les garantizaba independencia jurídica y económica, algo que perderían en caso de comprometerse: entre mujeres de clases populares, el incentivo de casarse era entonces muy limitado. En lugar de someterse al poder masculino en el matrimonio, muchas mujeres optaban por sustentar sus hijos con la ayuda de su comunidad o familia natal, estableciendo un sistema de compadrazgo. El parentesco ritual significaba el apoyo emocional y/o material que muchas mujeres no encontraban en sus relaciones de pareja, explicando las elevadas tasas de mujeres que encabezaban hogares y tenían hijos ilegítimos, una situación todavía vigente en la actualidad. También es necesario tener en cuenta que este fenómeno es el resultado de un proceso de marginalización femenina, dado que la mayoría de estas mujeres se encontraban en condiciones económicas poco favorables y que la decisión de hacerse cargo de la jefatura del hogar solía ser una decisión obligada por la ausencia del hombre al trabajar fuera de la ciudad, o porque sostenía otra familia, o rechazaba sus responsabilidades.
Que estas mujeres fueran las responsables de la manutención familiar no quería decir que dispusieran de poder o recursos económicos suficientes para tomar decisiones independientes. Las estructuras sociales permanecían patriarcales y la mayoría de las mujeres no gozaban de un poder social, político y económico real. En conclusión, la noción de una mujer como cabeza de hogar sigue siendo compatible dentro de una sociedad profundamente patriarcal.