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Memoria

Las cuestiones en torno de la memoria, las definiciones de la memoria colectiva o de la memoria de la violencia política y la represión constituyen, en la actualidad, un campo nuevo en las ciencias sociales. Así lo propone Jelin en una de sus publicaciones más recientes: Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales (en: Cuadernos del Ides, núm. 2, octubre, 2003, p. 3-27).

En un capítulo de su libro: Los trabajos de la memoria (Madrid/Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 17-38), titulado: ¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?, la autora establece las coordenadas teóricas del debate desde donde puede abordarse científicamente el tema de la memoria:

“[…] hay una tensión entre preguntarse sobre lo que la memoria es y proponer pensar en procesos de construcción de memorias, de memorias en plural, y de disputas sociales acerca de las memorias, su legitimidad social y su pretensión de «verdad». En principio, hay dos posibilidades de trabajar con esta categoría: como herramienta teórico-metodológica, a partir de conceptualizaciones desde distintas disciplinas y áreas de trabajo, y otra, como categoría social a la que se refieren (u omiten) los actores sociales, su uso (abuso, ausencia) social y político, y las conceptualizaciones y creencias del sentido común.” (p. 17).

Si la memoria es crucial, es porque conforma las estructuras propias del pensamiento. La memoria no es un artefacto que se localiza fuera de los sujetos. Por el contrario, la memoria los constituye y sostiene su identidad creando coherencia y continuidad dentro de una comunidad determinada: “el núcleo de cualquier identidad individual o grupal está ligado a un sentido de permanencia (de ser uno mismo, de mismidad) a lo largo del tiempo y del espacio.” (p. 24).

En otro capítulo del mismo libro, Jelin habla del género en las memorias. En el Cono Sur, las luchas por la memoria fueron llevadas a cabo de forma protagónica por los dolientes de los desaparecidos de las dictaduras y por sus propias víctimas. Las madres de los desaparecidos y, en general, sus familiares, adquirieron una presencia fundamental en las luchas sociales desde los años 1980. El régimen de represión llevado a cabo a través de la violencia y la tortura afectó los roles familiares y tradicionales de las mujeres. Las mujeres produjeron en contraparte una lógica social diferente de la lógica política represiva, motivada por sus roles tradicionales familiares, sus sentimientos, amor y ética del cuidado. En medio de los cambios en las estructuras familiares, las mujeres se hacen cargo de dos tareas principales: “[…] la creación de organizaciones de derechos humanos ancladas en el parentesco con las víctimas directas; en el ámbito privado, la lucha por la subsistencia familiar y la adaptación o cambio en función de las nuevas circunstancias.” (p. 104)

Los movimientos de los derechos humanos se han unido a estas demandas de luchas por la memoria. Estos actores que han participado de forma constante en las luchas en contra de la impunidad y a favor de la amnistía, se han dado además a la causa de recuperar una cantidad de información que les permite a las víctimas denunciar y comprobar que efectivamente fueron cometidos actos de injusticia. Es lo que Jelin denomina archivos de la represión como aspecto del estudio y construcción de la memoria de la violencia política y la represión.