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Género

El género como problema teórico o hallazgo de elementos conceptuales, aparece primero en los textos clásicos de disciplinas como la Psicología y la Antropología, posteriormente, se generaliza y pasa a los otros campos de las ciencias sociales (Henríquez 1996: 9). La difusión y profundización de la categoría de género, como destaca Henríquez, en relación con el Perú y el contexto latinoamericano, confluye con la existencia y riqueza de un movimiento amplio de mujeres (Henríquez 1995: XI).

Las primeras referencias teóricas, así como las más recientes contribuciones de académicos/as y feministas, muestran la utilidad analítica de la categoría de género (Henríquez 1996: 9). Por medio del hallazgo del género se hicieron visibles nuevos problemas y conflictos que no habían sido percibidos hasta ese momento y que expresaban lo que los cambios de la presencia de mujeres suponía sobre la condición humana (3).

La irrupción del género transforma la idea de sociedad, al plantearse a través de su rendimiento como categoría analítica o como enfoque crítico en las investigaciones, no sólo los problemas relativos a las relaciones entre varones y mujeres, o a la construcción de las identidades femeninas o masculinas, sino en general, y de manera central como parte del debate crítico social y feminista, el problema de la configuración de la sociedad como estructura constitutivamente desigual. Dentro de esta línea de crítica a una desigualdad social constitutiva, las nociones de género permitieron “establecer que las desigualdades construidas en base a las diferencias sexuales constituyen un aspecto fundamental de la sociedad al estructurarse como eje de desigualdad, articulado con diferentes grados e intensidades a otros ejes de desigualdad (clase, etnia, generación).” (Henríquez 1996: 9).

No obstante, destaca la autora, dentro de los usos y aproximaciones que ha tenido el género se debe señalar “que un observador acucioso podría descubrir indefiniciones y ambigüedades en el uso de las nociones de género. En efecto, muchas veces sólo se ha sustituido género por mujer, en otros casos se alude a la necesidad de introducir la variable género que, en pocas palabras, significa considerar el acceso a información diferenciada por sexo.” (Henríquez 1995: XI). Para Henríquez, el género permite tener acceso a una capa más densa o compleja de lo social, pues lo que se busca es “relevar el valor explicativo de la perspectiva de género y llamar la atención sobre las desigualdades y la falta de oportunidades, lo que en sociedades excluyentes y autoritarias es, sin duda, subversivo.” (ibídem). Con esto, el aspecto de la desigualdad social es clave para remarcar que con la perspectiva de género se traspasa el problema de las “diferencias en sí mismas”, llegando a entrever “las desigualdades que sobre esas diferencias se constituyen.” (Henríquez 1996: 11)

En una primera aproximación, el género, según Henríquez, es una noción que en primer lugar “nos permite poner de relieve el proceso de constitución social de las identidades generadas en la experiencia personal respecto de las diferencias sexuales.” (Henríquez 1996: 9). Este proceso de constitución social alcanza una doble dimensión: la dimensión psíquico-subjetiva y la histórico-cultural (ibídem). En un grado más amplio, las nociones de género permiten “desarrollar un marco analítico y explicativo sobre el modo en que las estructuras institucionales y mentales actúan reproduciendo o modificando una lógica de género, reforzando la feminización de la pobreza, el sexismo en la educación, valorando la maternidad y/o subvalorando la reproducción humana, entre otros.” (ibídem). Teniendo en cuenta otra forma aproximación al uso del género, la perspectiva de género sirve “como una sonda de arqueólogo para explotar la condición de género de distintos sujetos sociales trátese de movilizaciones como las madres de la Plaza de Mayo o las señoras de Villa El Salvador, de mujeres que buscan consolidar sus derechos, o de varones que reflexionan sobre la masculinidad y el valor de la paternidad.” (ibídem)

En cuanto a las limitaciones de la categoría de género, Henríquez señala como problema el hecho de que el género no ha quedado hasta hoy anclado en el sentido común y puede resultar por ello poco estimulante (ibídem), a pesar de que para la autora, la perspectiva de género es crucial tanto para la producción del conocimiento, como para el “quehacer político, búsqueda de alternativas para atender problemas de desarrollo y de democracia.” (Henríquez 1996: 9)

En la entrevista, Henríquez se refiere a la centralidad que la categoría de género adquiere en su trabajo desde su aparición en el ámbito académico: “Las nociones de género me permiten otorgar fuerza interpretativa, dar interpretación sobre lo que está ocurriendo.” La introducción del género le permite a Henríquez afianzar el enfoque crítico social, que había comenzado, como parte de su trayectoria académica y política, en los años setenta, con sus estudios de sociología y con su interés por la construcción del sujeto mujeres, con su participación política y en el movimiento amplio de mujeres, con la fundación de Flora Tristán, hasta llegar en la década de los noventa, con la fundación de los Estudios de Género en el Perú y su participación en la Comisión de la Verdad y en la construcción democrática de la sociedad peruana.

Para Henríquez la categoría de género se constituye finalmente en una proceso dinámico que implica la reelaboración de lo que significaría en cada caso, asumir una perspectiva de género o trabajar el género de manera analítica: “Y si creo reconocer que el género puede ser una categoría de análisis o una perspectiva de análisis, me permite, me da mucha base teórica y metodológica para la búsqueda de las cosas concretas que yo tengo que hacer.” (3)





Los Estudios de Género


Narda Henríquez participa en el proceso de formación de los Estudios de Género y en su fundación en el año 1990, dentro de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica en el Perú. Con este programa de estudios se conforma el Diploma de Estudios de Género un año después, en 1991. En el Perú, se introducen directamente los Estudios de Género en vez de los Estudios de la Mujer, como destaca Henríquez en la entrevista, que querían proponer algunos sectores académicos: “Pero insistimos en Estudios de Género para decir que estamos interesadas en mujeres, en sujetos colectivos, en la dimensión personal, pero que nos interesaba también dar cuenta de los cambios en la sociedad e interpretar esto como parte de cuestiones que afectaban a las instituciones en otros registros simbólicos, culturales, y eso es lo que nos permitió trabajar interdisciplinariamente.” (10). Con esto se diferencia entre “estudios de género” y “estudios de la mujer”, pues mientras que estos últimos colocan un énfasis en “las mujeres como sujetos colectivos y en su dimensión personal”, los Estudios de Género “son una constante manifestación de la fuerza interpretativa, cuestionadora, interpeladora”. Sin embargo, ambos, los Estudios de Género y de la Mujer: “han contribuido a “visibilizar” la acción de las mujeres, logros en el plano jurídico respecto de sus derechos y una nueva reflexión sobre “lo humano”. (10)

El núcleo central de estos estudios lo conformaron, dentro de su etapa de surgimiento, psicólogas, sociólogas y antropólogas, posteriormente, participaron también, antropólogos y economistas varones. Luego se fueron sumando las economistas mujeres y las abogadas, incluyendo las ramas de filosofía del derecho y enseñando sobre derecho y género. (4)

En el programa de los Estudios de Género, Henríquez distingue al menos cuatro ejes. En primer lugar: “hay un desarrollo muy amplio en los Estudios de Género sobre cómo incorporar identidades no solamente las identidades de feminidades y masculinidades, sino reconocer que hay opciones sexuales” –este enfoque se amplía en la Universidad de San Marco que abre un programa de Estudios de Género, con mayor interés en trabajar el tema de la diversidad sexual–. Dentro de este eje se trabaja el reconocimiento de la diferencia sexual, la tolerancia hacia el lesbianismo y la homosexualidad. En la primera etapa del Diploma se dan entonces los estudios de las identidades, feminidades y masculinidades, se incorporan las identidades de género y sexuales. Además se establece una diferencia entre los Estudios Culturales y estudios con mayor enfoque en lo político. En esta línea se introducen las investigaciones sobre políticas de género, políticas públicas y estrategias de las mujeres, incluyendo no sólo las políticas feministas, sino los aportes de las Ciencias Sociales, el Psicoanálisis y la Política. En un segundo eje se trata también la problemática del cuerpo, la resignificación del cuerpo de la sexualidad y la necesidad e importancia de redefinir al sujeto, de redefinir la autonomía del cuerpo y de la libertad. Dentro del tratamiento del cuerpo se contemplan también las problemáticas relacionadas con la diferencia étnica y cultural y los planteamiento del cuerpo y la subjetividad: cómo se encuentra en el cuerpo una subjetividad, y cómo dentro de la sexualidad, están implícitas las ideas de necesidad, libertad y derecho.

En un tercer eje se introducen los problemas de memoria e imaginarios, los relatos de mujeres y la memoria colectiva. En un último eje, se plantea la existencia de los códigos de género, de poder y de guerra, se observan las tendencias de la militarización como vulnerabilidad de las democracias, junto con los conflictos generados por el autoritarismo, la violencia y los espacios de obediencia. (10)

Una de las críticas que han planteado los sectores conservadores de la Iglesia y la sociedad es que dentro de la corriente feminista y los Estudios se cuestiona la familia. En realidad, señala Henríquez, “hay un desconocimiento de qué son los Estudios de Género. Están polemizando con una manera de entender los Estudios de Género como una ideología. Ellos hablan de que hay una ideología de género, es como que los Estudios de Género no tendríamos un estatus académico, sino que somos una ideología. Y en esa polémica lo que señalan es que la ideología de género está en contra de la familia.” (9). Lo que destaca Henríquez es que no existen suficientes estudios sobre familia: “Lo que creo que tenemos que reconocer es que hay un vacío de los estudios de familia en general en América Latina, que recién se esta trabajando. Y que hay una tendencia a plantear la familia como una familia homogénea, nuclear, un modelo ideal que no existe y nunca existió en el Perú. Un tipo de familia. Hay muchas familias que son jefas de hogar, hay familias que son más extensas, etc. Y en las zonas de conflicto armado hay muchos niños que han quedado solos, y muchas viudas, y mujeres que se han desplazado con sus familias para evitar la violencia. Hay muchos cambios en las zonas rurales en cuanto a la estructura familiar que los sectores conservadores de la Iglesia no reconocen.” (9)

La formación de género “más que una vinculación directa con la práctica social” es “una vinculación mediada”: “Formamos a un conjunto de profesionales que son como mediadores en sus trabajos de promoción social. Desde el año 1991 tenemos promociones de egresadas del Diploma, que son abogadas, activistas del feminismo, mujeres que trabajan con organizaciones de promoción de la mujer en zonas rurales, funcionarias de gobierno. Hay investigadoras y hay una retroalimentación de muchas personas que están en el trabajo de promoción social o desarrollo social a la que estamos contribuyendo en su formación (…). Aparte de esta labor que es la principal, que es la formación de los estudiantes del Diploma, también estamos haciendo una serie de foros y de trabajos. Por ejemplo, hemos tenido durante estos dos últimos años lo que llamamos Campañazgo Armiñán, pero eso tiene que ver con lo de la Comisión de la Verdad, que es saber qué pasa con las mujeres luego del conflicto armado. Pero eso es parte de los espacios de foro, de debate, que estamos promoviendo en estos últimos años. Pero nuestro trabajo más importante creo que tiene que ver con la formación de nuestros propios estudiantes. Dentro de la universidad y fuera de la universidad hay campañas por la no violencia contra la mujer. Ya varias de nosotras formamos parte de los escritos de las campañas también. Estamos vinculadas con trabajos de apoyo o consultoría a distintos programas del sector público, pero yo creo que lo más importante son nuestras propias egresadas.” (5)

Siguiendo a Joan Scott, Henríquez señala que “ubicar los estudios de la mujer desde una perspectiva de género les dio a los primeros una cobertura más amable, menos amenazante para los colegas hombres y nos abrió en algunos países de América Latina, la posibilidad de institucionalizar aquello que durante años había permanecido marginal y exiliado del mundo académico. En la actualidad existe un corpus teórico elaborado y complejo en torno a las nociones de género que aporta no sólo al conocimiento sobre la situación de las mujeres sino sobre el ordenamiento social en su conjunto. Las relaciones de género constituyen un eje de desigualdad que estructuran jerarquías y establecen relaciones de poder. Las identidades de género, de otro lado, son resultado de procesos culturales y sociales sustentadas en factores de orden sistémico.” (Henríquez 1995: X). Con esto, Henríquez distingue entre relaciones e identidades de género como dos campos de estudio y atención.

Para finalizar, la autora hace énfasis en el carácter dinámico y transformador y de autocrítica y prueba que deben propiciarse en los Estudios de Género: “Comenzamos con una legitimidad que nos sorprendió y el estatus académico de los Estudios de Género fue legitimado, pero no quiere decir que se logró y que ya está consolidado, sino que siempre hay que seguir retroalimentando ese estatus académico, o sea, que logramos establecerlo, pero no está consolidado. Siempre hay que probarlo. Es una constante manifestación de la fuerza interpretativa, cuestionadora, interpeladora que puede tener.” (3)






Referencias bibliográficas


Narda Henríquez (1996). Encrucijadas del saber. Los estudios de género en las ciencias sociales. Pontificia Universidad Católica del Perú. Programa de Estudios de Género. Facultad de Ciencias Sociales.


Narda Henríquez, Maruja Barrig (1995). Presentación, en: Otras pieles. Género, Historia y Cultura. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. IX-XV.