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Representación

Para Belausteguigoitia representación es sinónimo de poder. Tener poder significa poder representarse y tener control de las representaciones. El poder es el poder del diálogo, el poder del debate, el poder de la discusión, el poder de la negociación y el poder de la construcción. Un sujeto tiene poder cuando logra separar su palabra del cuerpo y hacerla que circule e impacte. En el campo de la representación son centrales tanto el hecho de la visibilidad o invisibilidad como el hecho de ejercer un tipo de violencia.

El zapatismo supera la invisibilidad en la escala nacional el 1 de enero de 1994. En un primer momento, ejerciendo la violencia física, exigiendo derechos sobre sus tierras y denunciando el racismo. Las mujeres establecieron la declaración de la guerra con la Ley Revolucionaria de las Mujeres. Pero después, los zapatistas dejan a un lado la violencia física y complementan el discurso con la presencia del cuerpo. Los zapatistas lograron ejercer visibilidad a través de la escenificación y el performance. Debe existir toda una parafernalia de construcción, dice Belausteguigoitia, para que los sujetos marginales aparezcan en la esfera pública, es decir, para que puedan ser vistos.

El fracaso de la nación logra ser representado por los zapatistas, al llevar a la escena pública, una alegoría de la nación a través del cuerpo enfermo de la comandante Ramona, haciendo ver una “nación herida”. La imagen de la ciudadanía aparece en el Zócalo cuando Ramona, enferma del riñón, transporta la bandera y se cubre con ella el cuerpo. Al no tener ni la lengua, ni la autoridad, ni el discurso, para poder representarse, el zapatismo logra que el otro ejerza una forma de representación orgánica, concentrada directamente en el cuerpo: “Descarados y deslenguadas, indígenas presentes en cuerpo y lengua, no habían podido ser oídos y vistos al mismo tiempo y en el mismo escenario. La atención y escucha de las demandas indígenas implican la separación de su cuerpo y de su lengua (…). Los des-carados y des-lenguadas deben entrañar, contener su ventrílocuo y su traductor.” (En: Belausteguigoitia, Descarados y deslenguadas: el cuerpo y la lengua india en los umbrales de la nación. Debate Feminista, año 12, vol. 24, 2001, págs. 234 y 235).

La representación tiene que ver para el otro con aquellas estrategias que permiten visibilizar o, en su lado reverso, invisibilizar y hacer inaudible la voz. Dentro de esta lógica, Belausteguigoitia se centra en el aspecto de la visibilidad para mostrar las construcciones, las estrategias y las operaciones que se dan para que los sujetos que no tenían voz de repente puedan hablar y ser escuchados. Sin embargo, ha existido un poder secuestrador tanto de los intelectuales como de los salvadores, que puede llegar a invisibilizar las luchas de los otros.

Por ejemplo, dice la autora, en el caso del movimiento zapatista: “La donación de la lengua de Marcos no hace visible lo que se comentó mucho al inicio de la rebelión y sigue siendo sujeto de sospechas, que detrás de la lengua de Marcos están intereses ajenos a los indígenas; lo que tal donación alumbra es la imposibilidad de oír lo indio en cuerpo y lengua.” (en: Belausteguigoitia, Descarados y deslenguadas, p. 235). Los años noventa, dice la autora, fue una década en la que se reflexionó sobre el hecho de la traición, al tratar de traducir, los intereses de los sujetos subalternos, muchas veces se los traicionó. Belausteguigoitia menciona que en este momento muchos se han dado cuenta de que desde la academia y, también, desde el feminismo, se podía estar ninguneando la voz de alguien. Por esto, la autora ha intentado tomar otras vías alternativas más centradas en el hecho de poder estar cerca del cuerpo y la lengua de la otredad y tratarlos de comprender en la dimensión de la presencia.

Ella intenta establer un equilibrio entre la teoría y la praxis para no traicionar la otredad, en el sentido de evitar un discurso académico que haga que su lucha desaparezca. Más que de representar a los zapatistas, en el caso de Belausteguigoitia, se trataría de presentar sus acciones traduciéndolas con la ayuda de lecturas teóricas "múltiples". No se trata de serle fiel a una disciplina, sino más bien de intentar exponer el objeto de estudio y poder comprenderlo con todas aquellas herramientas teóricas disponibles que lo puedan registrar en lenguajes diversos, más o menos especializados.

En el caso de la interpretación del zapatismo, Belausteguigoitia intenta producir una lectura crítica del carácter central preformativo que este movimiento alcanza introduciendo una posibilidad de crítica de la imagen y el espectáculo. Siguiendo el análisis de Carlos Monsiváis con relación al zapatismo en cuanto a que lo más impresionante del zapatismo ha sido su carácter espectacular (C. Monsiváis, en: Proceso, Nr. 904, 28 de febrero de 1994, págs. 16 y 17), y que “el sentido escénico desplaza momentáneamente a la crítica”, la autora concluye: “No creo que durante el conflicto chiapaneco la crítica haya sido desplazada por la imagen, creo que se inauguró un tipo de crítica nueva que tiene más bien que ver con un pleito con el lenguaje y su capacidad de nombrar lo otro (con minúscula) y lo diferente (en desigualdad). (en: Belausteguigoitia. Máscaras y posdatas: estrategias femeninas en la rebelión indígena de Chiapas. Debate Feminista, año 6, vol. 12, 1995, p. 302).